Por Henar Riegas
Ir de tapas es uno de esos lugares comunes que buscan, encuentran, comparten y disfrutan gran parte de los viajeros que llegan a España. Esta práctica, que puede disfrutarse en numerosas regiones de la geografía española, tiene tantas variantes como lugares donde se sirve esta comida en minúsculas que ha ido evolucionando desde que, en una taberna de Cádiz, un camarero astuto tapase con una loncha de jamón la copa de vino de Jerez del Rey Alfonso XIII para que ésta no se llenara de la arena que entraba por la ventana en un golpe de viento. Ha pasado mucho tiempo desde que esa anécdota se convirtió en costumbre y, en la actualidad, las tapas presentan la tradición y la vanguardia de la gastronomía española para degustarlas en las barras de los bares acompañando las bebidas.
El Barrio Húmedo, la esencia del tapeo
De todas las propuestas que existen, que son muchas, hay una ciudad en el noroeste español que es conocida no solo por los vestigios que explicitan su pasado romano, por su basílica románica y por su catedral gótica, sino también por la identidad gastronómica que se saborea en unas tapas que no solo satisfacen infinidad de paladares sino que además son gratis. Sí, las tapas en los bares de León se regalan con la bebida. Esta tradición, que disfrutan vecinos, turistas, estudiantes y hasta los peregrinos que hacen parada en el recorrido del Camino de Santiago, ha convertido el “ir de vinos” en una de las esencias de León; tanto es así que, en torno a la Catedral, las callejuelas de la ciudad vieja que se despliegan alrededor de la Plaza Mayor, donde se concentra el mayor números de bares de la ciudad, responden al nombre colectivo de Barrio Húmedo, demostrando que beberse un vino, una caña o un mosto y deleitarse con las tapas generosas es la esencia del corazón y hasta de la historia de León.
Hay muchas maneras de conocer una ciudad. En León, una fórmula recomendable es alternar la contemplación de monumentos y lugares emblemáticos con la parada en las tabernas para reponer el paladar y darle un respiro a la mirada, a los pies y al espíritu. Así, tras contemplar cómo la luz que atraviesa las espectaculares vidrieras hace magia y le gana territorio a las piedras que sostienen la imponente catedral gótica, los bares del Húmedoayudarán al caminante a asimilar la belleza, en función de sus gustos o apetitos. Los de paladar clásico podrán disfrutar del chorizo o el jamón y no se perderán la joya de la corona en este género, la cecina, que podría considerarse la insignia de esa tierra cuando se habla de embutidos. Pero hay más. Patatas en salsas variadas, tortillas guisadas, pinchos que alinean champiñones, panes untados con cremas y setas, chorizos tiernos cocinados al fuego, la tradicional morcilla picante que sorprenderá por un aspecto curioso que se compensará en el sabor, croquetas con rellenos variados, albóndigas, quesos, pizza, carnes, gambas, alitas de pollo crujientes y, por si el frío aprieta, un buen caldo caliente o las ansiadas sopas de ajo que eluden las bajas temperaturas y recomponen los cuerpos con el calor que provoca el pimentón que las adereza.
Las tapas evolucionan con la ciudad
Con el estómago agradecido, la ruta puede continuar y permitirse volver atrás en el tiempo para viajar al Románico que se expresa poderoso en la Basílica de San Isidoro y en el Panteón de los Reyes -conocido como la capilla Sixtina del Románico-. Antes o después de que el tiempo se detenga en el interior de este templo, el Barrio Romántico, heredero del Húmedo, continúa la estela de su precursor e innova en las propuestas, jugando con los ingredientes tradicionales para modernizar las tapas, no solo en la presentación sino también en las texturas que conforman las mousses con cecina, los pimientos rellenos de morcilla y un montón de variables que pretenden sorprender. Y lo consiguen.
La ciudad ha ido creciendo más allá de las murallas entre las que se constituyó la urbe hace más de mil años. Y en ese crecimiento se han ido incorporando nuevos espacios que explicitan cómo la modernidad se aglutina con la historia. Así lo demuestra en la ciudad de León la presencia destacada del Museo de Arte Contemporáneo (MUSAC) y del Auditorio, ambos de reciente construcción, que se conectan estéticamente con San Marcos, edificio original del siglo XIII, que fue cárcel, hospital de peregrinos y que ahora es el hotel-parador más reconocido de la ciudad. Para no perder las costumbres, en torno a esta tríada han ido apareciendo nuevos bares que tanto en su estética como en las tapas que regalan exhiben el León más contemporáneo.
Así que para conocer León como corresponde resulta idóneo acompañar el paseo con la parada en los bares para aliviar la sed y dejarse agasajar con las tapas que ilustran la gastronomía local y que se comparten con otros en una manera de entender la vida y el ocio.
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