Grasse, capital del perfume

Ubicada muy cerca del mar Mediterráneo, a mitad de camino entre Cannes y Niza, la ciudad de Grasse está sobre una alta colina con vista a decenas de valles. Gracias al microclima de la zona allí se cultivan diferentes tipos de flores. Justamente estas flores: jazmines, nardos, violetas y rosas, son las que se usan para la pujante y antigua industria local de perfumes.
Desde finales del siglo XVIII la ciudad de Grasse se convirtió en el polo de producción de fragancias a nivel mundial, pero antes ya era un importante puerto con rica actividad comercial.
40 de los perfumistas más importantes del mundo se encuentran en Grasse y eso es un gran atractivo para los miles de turistas que recorren los laboratorios de sus perfumerías. Las grandes marcas del mundo encargan sus fragancias y colonias a las perfumerías de Grasse.
Grasse alberga al museo internacional de la perfumería que construye la milenaria historia del perfume y la evolución que sufrieron los procesos y las técnicas. Allí se pueden ver los diferentes frascos de perfumes y etiquetas que se utilizaron a lo largo de la historia, así como también sentir las escencias de flores que son la base para todas las fragancias.
Las perfumerías más grandes de la ciudad son Fragonard, Galimard y Molinard. Todas  abren sus puertas al público y ofrecen tours guiados que muestran los procedimientos de fabricación del perfume. También se hace una recorrida histórica de cómo cambió la insdustria con el paso del tiempo. Lo más entretenido para los turistas es la posibilidad de hacer todo el proceso de crear tu propia fragancia.
A lo largo de todo el año la ciudad tiene diversas actividades relacionadas con las flores y los perfumes. En agosto, y desde hace 65 años, se realiza la Fiesta del Jazmín donde se reconoce la importancia de esa flor en la identidad de la ciudad y de la industria del perfume. En este marco se organiza la "batalla de las flores" en la que la gente es mojada con agua de jazmín, tocan bandas y se sirve comida típica provenzal.
El patrimonio de la ciudad va más allá de su historia ligada a la industria del perfume, ya que su bellísimo casco histórico tiene peso en si mismo. Allí se pueden recorrer angostas calles con puestos de comida, palacetes de estilo genovés, galerías de arte y museos.
No hay que dejar de visitar la Place des Aires, el antiguo palacio episcopal, los restos de las antiguas  murallas, los palacetes y el casino Belle Époque.
Los amantes del arte deben darse una vuelta por la Catedral de Notre-Dame du Puy, de estilo románico provenzal, que data del siglo XI y en su interior se exhiben tres cuadros de Rubens, uno de Fragonard, y estatuas de Baillet.
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