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24 de junio de 2013
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Para recordar y aprender: Hiroshima

Hiroshima, oímos su nombre y evocamos bombas nucleares y barbarie, pero el paso de las décadas ha convertido a esta ciudad en un ejemplo de reconstrucción.
Para recordar y aprender: Hiroshima
Ciudad de Hiroshima y el río Ota

Por Armando Cerra
Todos los años, al menos por una vez surge en la pantalla de nuestro televisor una imagen de Hiroshima o aparece una foto de esta ciudad japonesa en los diarios. Esto ocurre concretamente cada seis de agosto, fecha en la que se recuerda la triste efeméride del bombardeo que sufrió esta urbe nipona por parte de la aviación norteamericana en 1945.
De aquel suceso se han escrito miles de páginas y se han realizado infinidad de documentales, pero nunca está de más recordar aquel hecho y reflexionar sobre la capacidad destructiva del hombre para que cada uno alcance sus propias conclusiones. Evidentemente si uno se informa sobre aquel acontecimiento, sus propósitos y los resultados, cualquiera puede hundirse en una triste negatividad y pensar que es infinito nuestro potencial para cometer atrocidades.

Cúpula GenbakuSin embargo, también se puede optar por un mayor positivismo y alabar la gran capacidad del ser humano para resurgir de sus cenizas, en este caso nunca mejor dicho. Esta conclusión es mucho más fácil de alcanzar si se tiene la oportunidad de visitar la actual Hiroshima.
Esta ciudad situada al sur de Honshu, la principal y mayor isla del archipiélago japonés, quedó totalmente destruida con aquella bomba nuclear, dejando su planta convertida en un devastado solar en ruinas y con una cifra de víctimas superior al medio millón, entre muertos y heridos, a los que habría que sumar todos aquellos que manifestaron los efectos de la radiación meses, e incluso años, más tarde.
A quién visite hoy en día Hiroshima se le puede hacer difícil comprender que cayera del cielo semejante desastre. El viajero se encuentra con una ciudad moderna que se asienta en varias islas que forma el delta del río Ota, con sus rascacielos, sus plazas y jardines, una estupenda red de transporte público, infinidad de viviendas donde reside una población que supera el millón de personas, y con un pujante puerto del que parten numerosos cargueros hacia el océano Pacífico para transportar los productos y mercancías elaboradas en el rico tejido industrial de Hiroshima y sus alrededores. Es decir, podría pensarse que aquella bomba nunca destruyó por completo este lugar.
Memorial de la PazSin embargo, todo aquel que se acerca a Hiroshima tiene una visita obligada y ese destino es el Memorial de la Paz, considerado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad. Allí un gran parque acoge los símbolos materiales del dramático suceso. Una llama incandescente evoca a las víctimas, un museo recoge los testimonios gráficos del fatídico bombardeo envueltos en un aroma y adoctrinamiento en el pacifismo, y la Cúpula Genbaku se recorta sobre el perfil llano del parque y conserva su esqueleto para exponerse como todo un símbolo: el único edificio que se ha mantenido en pie tras la II Guerra Mundial.
Se trata de un espacio para verlo con calma, escuchar su silencio y respirar las enseñanzas que de él se desprenden. Tal vez debería ser una visita obligada para todos aquellos que nos representan en las más altas instancias. Seguramente el secreto del milagro que supone la actual Hiroshima reside en este Memorial de la Paz, interiorizado por la población civil japonesa, un pueblo culto y trabajador, con plena conciencia de grupo, capaz de ser constante y de unirse ante la adversidad y trabajar por su futuro, un futuro que hoy es un brillante presente.


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