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11 de marzo de 2014
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El viaje de nuestra vida, o nuestra vida como un viaje

El viajar, no se trata solamente de conocer lugares. Los expertos, dicen también, que no es lo mismo un turista que un viajero.
El viaje de nuestra vida, o nuestra vida como un viaje

Un turista, conoce más lugares que gente, un viajero, tal vez conoce más personas que lugares. Pero además, viajando de verdad, podemos conocernos a nosotros mismos, porque en esto de viajar y de viajes, el más importante de nuestros viajes, es el de nuestra propia vida.
Como si fuese una pintura, una obra de arte en sí misma, nuestra vida comienza con un viaje, y termina en otro.
La vida nos indaga acerca de lo que somos, de cómo nos definimos, y de lo que podemos llegar a ser en el viaje propio.
El viaje que comienza al nacer, nos llama a construirnos, a edificarnos para transformarnos en todo lo que podemos llegar a ser.
Somos un devenir, una oportunidad, un desafío de trascendencia. La vida no es solamente un viaje, nosotros somos el viaje. Hacia la promesa de lo que podemos llegar a ser.
Tenemos miedo de lo imprevisible que nos depara el futuro. La misión, el viaje personal, no será fácil. El desafío de transformación del potencial individual no es sencillo. Las situaciones a atravesar para llegar a nuestros mañanas serán complejas. Pero si logramos sentir que la potencia de crecimiento  que vive en nosotros, la vida no será entonces solo un viaje. Sino una peregrinación sagrada hacia nuestros propios destinos.
El camino será bastante similar a un desierto. Nos avisan cuando niños, que no será nada fácil. Dice Bernard Shaw que el desierto está desierto, porque ese es un lugar donde solamente sale el sol. En los lugares donde siempre sale el sol nada puede crecer, nada puede nacer. Se necesita de la lluvia y de la noche para que la tierra se transforme en vida. Cuando todo es sol, no logramos valorar todo lo que realmente somos y tenemos. Lo inmensamente ricos que somos por el solo hecho de estar atravesando el desafío de llegar a ser. Los tiempos de oscuridad y lluvia son parte del viaje. Está también en nuestras manos transformar el viaje en un desierto, o ver esos tiempos como una puerta hacia la sabiduría, para crecer, y entonces, renacer.
La vida es una peregrinación sagrada. Somos el viaje. Somos un proyecto de trascendencia.
El presente texto está basado en palabras del Rabino Alejandro Avruj

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