El lago de Murten y la ciudad medieval

Texto: Armando Cerra - Fotos: Mónica Grimal
Solo un dato nos da idea de lo que supone la visita a la ciudad suiza de Murten. Está terminantemente prohibido instalar rótulos y letreros luminosos en el casco antiguo de la ciudad. En Suiza, y en general en toda Centroeuropa, todo se regula, en ocasiones hasta límites insospechados para las gentes que procedemos del sur. Esas normativas plasman las formas de vida, los ideales y el carácter de estas gentes. Y en el caso que nos ocupa de los rótulos de Murten, ese simple dato nos aporta información sobre el respeto que sienten hacia su patrimonio y su conciencia de que es básico conservarlo y mantenerlo bello para que los visitantes no paren de llegar a esta ciudad.
Y es que Murten, pese a su pequeño tamaño en el corazón de Suiza, es una de las mecas del turismo del país. Y no sólo por su extraordinario patrimonio histórico y artístico, también porque la ciudad se sitúa a orillas del lago Murten (en alemán) o Morat (en francés). Una enorme extensión de agua que evoca los tiempos en los que las lenguas de los glaciares esculpieron estos paisajes.
Este lago, unido mediante canales a los cercanos lagos de Neuchatel y Biel, es una especie de mar de agua dulce rodeado de montañas, y por sus aguas navegan veleros, surfistas o remeros. E incluso en verano, es habitual que los bañistas se atrevan a sumergirse en sus aguas alpinas. Para ellos en Murten hay varias zonas de embarcadero y de asueto situadas a los pies de la propia ciudad medieval.
Pero el clima en Suiza es bastante inestable y es posible que si alguien se anima a visitar Murten, tal vez no haga un día muy apropiado para pasarlo a remojo. No hay que preocuparse, la ciudad antigua posee suficientes atractivos como para que la jornada sea interesante.
Murten posee las murallas medievales mejor conservadas de Suiza. Un amurallamiento que desde el siglo XIII cobija íntegramente el casco urbano antiguo. Evidentemente en el pasado cumplió su función defensiva, pero ahora ya no protege de guerras ni enemigos, pero si del tráfico rodado, porque a la parte antigua solo pueden acceder en coche los residentes. De forma que junto a la entrada a la ciudad aparece una gran explanada que permite aparcar los vehículos y autocares de los muchos visitantes.
La experiencia así es mucho más placentera, ya que se ha de entrar a Murten por la monumental Puerta de Berna que tras su estrecho paso se abre a la calle principal de la localidad. Toda la calle posee soportales en los laterales, para refugiarse en los días de lluvia y para acoger en la actualidad los veladores de los restaurantes o los productos que exponen los vendedores de recuerdos.
Pero si el día es agradable, dada la escasez de tráfico, lo mejor es caminar por el empedrado y ver la panorámica de la arquitectura histórica y popular de la ciudad, siempre engalanada en cada ventana por flores y esculturas acordes con los gustos, a veces más bien extravagantes o naïf, de los inquilinos de cada vivienda.
El paseo ha de ser breve porque el tamaño de la ciudad antigua es muy pequeño, apenas tres calles unidas por otras transversales. Sin embargo, en tan poca superficie se acumulan los lugares y edificios de interés dignos de ser fotografiados: el castillo palaciego de Murten, la iglesia franciscana y el templo alemán con su vieja casa parroquial, o el gran Ayuntamiento son lo más llamativo.
Pero tal vez lo más interesante es la visión de conjunto, la armonía que irradia cada construcción con sus vecinas, la historia que se respira, la sensación de que el tiempo se ha parado en el lugar. En definitiva, quién vaya de viaje a Suiza, siempre puede reservar unas horas para acercarse a Murten. Si está de viaje de negocios, la parada será un placentero descanso. Y si está de viaje de placer, pues eso, aquí lo encontrará.