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30 de julio de 2014
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Lago de Brea, la mancha inevitable

Trinidad y Tobago, dentro de su pequeñez, esconde grandes tesoros naturales, uno de ellos es su lago de brea. Un paisaje como emergido del infierno, en plano paraíso caribeño.
Lago de Brea, la mancha inevitable
El lago de brea en Trinidad y Tobago

por Rodrigo Carretero

Tan solo tomando el principio, la isla de Trinidad, es posible indagar en un país casi escondido, a la sombra de su vecina Venezuela. Allí es donde todo ocurre, allí se ubica la capital, Puerto España, a donde se puede llegar vía aérea o marítima y comenzar unas vacaciones típicas del paraíso caribeño. Pero hay algo más allá de donde todo pareciera ser sol y playa. Para los que buscan lugares que parecen salidos de otros mundos, Trinidad tiene para mostrar su lago de brea. Más conocido como Pitch Lake, esta curiosidad de la madre naturaleza, se sitúa hacia las afueras del pueblo La Brea, hacia el suroeste de la mayor de las dos islas que conforman el país. Nada es casualidad, y tan curioso nombre obedece sin más secretos a la materia prima que desde hace siglos se extrae desde el lago de asfalto más grande del mundo. En un principio para calafatear los cascos de los antiguos barcos de madera, ya en el siglo XX, la brea de Pitch Lake ha sido utilizada para construir casi todas las carreteras de Trinidad y Tobago, muchas de sus países vecinos y del mundo. Aun se calcula que tiene reservas para unas 6 millones de toneladas, y, lo más importante, es un lugar turístico que atrae a unos 20.000 visitantes al año. No es difícil llegarse hasta él, basta con contratar un servicio de guía en La Brea y dar comienzo a una visita que está muy por afuera de lo tradicional. El paseo comenzará con el relato de la historia de su explotación, allá por 1595, de la mano del inglés Sir Walter Raleigh, de los mitos de los pobladores originales, que si es o no es una entrada o conexión al infierno. Llegados a las orillas del mal llamado lago, mejor le cabe el nombre de depósito natural, se sabrá que abarca una superficie de 47 ha y alcanza una profundidad de 80 mts. Tienta la oscura planicie a animarse más allá, tal es su aparente quietud y solidez. Tal es la densidad que perfectamente aguanta el peso de una persona, incluso hasta de un camión, (aunque se hundirían poco a poco si se dejaran por mucho tiempo estancados en el mismo sitio). La invitación seduce y los primeros pasos son temerosos, poco a poco la confianza avanza por sobre el alquitrán, la superficie negra y pegajosa. Se percibe un olor acre, producto de los sulfuros de hidrógeno, mezclados con metano, etano y dióxidos de carbono, visibles, detectables en las burbujas atrapadas en la masa viscosa. Para darle un poco de suspenso, vale recordar aquellos dichos de la gente del lugar que aseguran que el lago está vivo, que devora sin miramientos árboles, piedras, animales y hasta personas, más que nada turistas. Aquellos que sobreviven, pueden disfrutar de la fauna, que aunque parezca increíble, la hay y en variedad.  La zona circundante al lago conforma un ecosistema único. Se pueden avistar diferentes especies de aves como patos, gallitos de agua, hasta es posible, con paciencia y silencio infinitos, ver caimanes.

Sin embargo, entre el verde de la selva, lo que predomina es el negro del progreso y la explotación. Negro como la superficie, tiende a ser el futuro de esta extraña forma. La brea del lago constituye la mayor y casi única exportación de Trinidad y Tobago. Con ella se realizan desde hace más de 50 años las carreteras y rutas de mayor calidad de todo el mundo. El espejismo de su inagotable fuente se realza una vez finalizada la extracción. Lento como el tiempo, el asfalto se va introduciendo en el agujero dejado por la excavadora y este termina desapareciendo en pocas semanas. Se cuela, pero no se recupera, ocupa espacios, pero desaparece. La madre naturaleza sorprende hasta en los lugares menos pensados, casi diríamos que a cada paso que el hombre da, ella regala maravillas. El secreto sería darlos sin la necesidad de asfaltar todos los caminos. Las huellas de la memoria quedan en la tierra, no en la brea.


Ver Lago de Brea, la mancha inevitable en un mapa más grande
 
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