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03 de junio de 2016
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Para escribir, mirar y tocar!

Las tarjetas postales parecen ser cosas del pasado, en un presente digital e instantáneo. El placer que encubre el recibir una de ellas, es algo que aun no ha podido ser reemplazado.
Para escribir, mirar y tocar!
Las tarjetas postales aun envian recuerdos

por Rodrigo Carretero

Hubo un tiempo que fue hermoso y éramos libres de las redes sociales. Hubo un tiempo donde había que esperar varios días, hasta semanas, en poder recibir noticias de nuestros seres queridos que estaban lejos de casa. Eran los tiempos de las tarjetas postales. Una imagen vale más que mil palabras y enviar postales era enviar imágenes de nuestro viaje, de los lugares que recorríamos, invitando a los destinatarios a ser participes de nuestra aventura a través de ella.

Las primeras postales fueron editadas por las administraciones de correos con fines oficiales, en una de sus cara tenían impreso el franqueo y la otra en blanco para poder escribir allí. A finales del siglo XIX, la Unión Postal Universal reguló el formato de las postales cuyas dimensiones fueron 9×14 cm. Este formato se mantuvo hasta 1960, donde se cambió por un poco más grande, y hasta el presente es de 10,5×15 cm. Entre sus principales características y por las cuales fue, es, usada más que la correspondencia formal figuran que en el anverso llevan una imagen, ayer un dibujo, hoy una fotografía del lugar de origen, donde fueron compradas, su costo es mucho más económico ya que no necesitan sobre para su envío; así que su contenido puede ser leído con facilidad, por lo que no se aconseja su uso para escritos cuya privacidad sea importante. Es a partir de 1901 que se popularizó el envío e intercambio de tarjetas postales para dar a conocer al destinatario alguna reseña del transcurso del viaje, mostrando algún aspecto singular del sitio visitado. Por este motivo sus lugares de venta están relacionados al turismo: tiendas de recuerdos, hoteles, teatros, restaurantes, museos, etc… Muchas veces se ha utilizado a la tarjeta postal, no como un recuerdo o souvenir, si no que como medio pleno para el intercambio epistolar entre personas, dadas las particularidades arriba detalladas.

Sin embargo, el tiempo sigue su paso y las novedades tecnológicas se esfuerzan en ir más rápido y hoy el uso de estas tarjetas es una práctica en peligro de extinción. Para las nuevas generaciones, de no más de diez años; para aquellos que han llegado al mundo con al menos un dispositivo electrónico bajo el brazo, este quehacer significa casi una epopeya del pasado. Ayer, los tiempos eran otros, recibir una tarjeta demoraba semanas, y muchas veces llegaba antes a casa el pasajero que la tarjeta por él enviada. Todo esto que parece un cuento, será mucho más fácil de visualizar a través de unas sencillas instrucciones de cómo enviar una tarjeta postal y quizás luego de leerlas, afloren las ganas de ponerlas en práctica.

El primer paso es decisivo, conseguir una postal para enviar. Ubicar el negocio que las venda y luego, escoger la que tenga la imagen deseada son tareas que llevarán un tiempo. Una vez logado este primer objetivo, es momento de  escribir. Familiarizarse con el formato de las postales, es muy sencillo. El lado contrario al de la imagen vendrá dividido en dos mitades verticales. La esquina superior derecha es donde se pegará la estampilla, bajo esta se escribe el nombre y la dirección del destinatario. En el lado izquierdo de la tarjeta, sobre los renglones, va el mensaje que se quiera enviar. En las tarjetas postales de viajes lo más habitual es resaltar las bondades del lugar donde se está vacacionando o algo curioso que haya ocurrido, como anécdota. Luego de firmada, ya solo queda la última parte y quizás la más complicada:  encontrar una estafeta u oficina postal para poder enviarla y encomendarse a los dioses del correo que llegue a destino. Si las tarjetas pudiesen escribir, seguramente contarían su periplo hasta el destino, toda una aventura en sí misma.

Todo lo relatado hasta aquí (tanto texto no cabria en una postal) parece cuento, pero es bien real. En estos tiempos donde las redes sociales han copado la parada, donde, si estamos frente al Partenon, tan solo con nuestro teléfono móvil, sacamos una foto y al instante subirla a facebook, instragram, twitter, etc, etc, etc, parece mentira el trabajo que implica enviar una postal. Todas las opciones tienen sus pros y sus contras, sus fanáticos y detractores. Lo cierto es que con la inmediatez de lo digital se pierde la calidez del contacto físico, ya sea de un disco, un libro o el romántico encanto que encierra buscar, elegir, escribir, dedicar, enviar una tarjeta postal a la persona querida. 

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