Jacques Cousteau, el dueño del mar

Por Verónica Luna
La pasión es un motor. Es como un engranaje necesario para adquirir impulso y dejarse llevar bien lejos, y bien profundo.  Cuando una persona toca el fondo, la opción es comenzar a subir. O permanecer allí. Jacques Cousteau se dejó impulsar por su pasión por los mares, se sumergió en sus profundidades y eligió quedarse allí para investigar, estudiar, experimentar y difundir sus descubrimientos y contagiar su pasión.
Su experiencia como biólogo y entusiasta oceanógrafo, fueron un aporte fundamental para la toma de conciencia sobre temáticas ambientales. Realizó numerosas expediciones, periplos que relató minuciosamente en películas y un material valiosísimo que sirvió para la difusión masiva. Sus trabajos ocuparon horas de la pantalla televisiva, sus filmes, denominados Pecios, Paisajes del Silencio, Tarjeta de Inmersiones, El mundo sin soly El mundo del silencio, le valieron un gran reconocimiento por su labor. Hasta la Academia de Hollywood le otorgó un Oscar a su documental The Silent World, y también obtuvo la Palma de Oro de Cannes. Recibió premios por parte de prestigiosas instituciones, como la National Geographic Society, las Naciones Unidas y la Academia Francesa. Durante más de 30 años ocupó el cargo de director del Museo Oceanográfico de Mónaco.
El camino iniciado por Jacques Cousteau fue casi un designio del azar. Este francés, nacido en Saint André de Cubzac, en 1910, fue un personaje emblemático de las profundidades marinas. Su interés se orientaba hacia la aeronáutica, pero un accidente lo dejó fuera de carrera y fue cuando se volcó definitivamente hacia el mar.
Los mares y ríos más importantes del globo no le fueron ajenos. Entre sus logros se encuentra haber creado un dispositivo para respirar bajo el agua sin necesidad de un tubo de aire en la superficie, que fue conocido como “Aqua-Lung”, un invento que compartió con el francés Emile Gagnan, y que le permitió a los buzos sumergirse en los mares del mundo. Gracias a su aporte, el submarinismo como actividad de conocimiento y aventura se difundió ampliamente. Fue además un incansable buscador de nuevos desarrollos que le permitieran captar imágenes bajo el agua.
La guarida donde concentró sus investigaciones fue la nave que llamó Calypso. Se trataba de una embarcación con la que navegó por las aguas de todo el planeta, aunque también realizó investigaciones a bordo de otras naves mono y biplaza. El Calypso fue un barco construido a finales de la Segunda Guerra Mundial, en Estados Unidos. Cousteau lo rentó y acondicionó para llevar adelante sus investigaciones durante varias décadas.
En su incansable búsqueda del conocimiento, nunca dejó de innovar e investigar. Se involucró con temáticas ambientales y se ocupó de difundir la importancia de la preservación del planeta. Sus más de cincuenta libros dan cuenta exhaustiva de lo grandilocuente de su contribución. A través de su Fundación, intervino en la campaña para evitar la explotación de minerales en la Antártida, y estuvo entre los invitados a participar en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo y Medio Ambiente celebrada en Río de Janeiro en 1992.
La investigación sobre la vida marina, lo llevó a embanderarse detrás de la misión de crear conciencia sobre la sostenibilidad del planeta, procurando la preservación de los ecosistemas marinos, y los sistemas de agua dulce, para que estén disponibles tanto para las generaciones actuales como las futuras. Ese es acaso su mayor legado.
Jacques Cousteau, murió a los 87 años. Toda una vida dedicada a la pasión por los mares. Una versión libre de los relatos de Julio Verne. Su prolífico material sirve de apoyo al desarrollo de nuevos estudios. Su espíritu de aventura, su mensaje de pasión, de amor por la vida marina y la preservación ambiental sirve de inspiración para los nuevos investigadores. Sumarse a su misión, es una forma de homenajear su aporte, y seguir contribuyendo a que las profundidades alcancen la luz.
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Fotos: http://www.cousteau.org/ everystockphoto/pixabay.