Navidad en Venezuela es comida en abundancia, parrandas y pesebres

Por Osjanny Montero González
La categoría de “navidad” suele utilizarse en una única fecha: el 25 de diciembre, en el que la familia se sienta a la mesa para festejar el hito religioso más universal, el nacimiento de Jesús. Sin embargo, en todo el territorio venezolano navidad es casi una estación o época anual, en la que se come hallacas y dulce de lechosa a diario, se baila al ritmo de la gaita o la parranda y, familias enteras se esmeran en tener el mejor pesebre o arbolito.
Pero, vamos por partes porque quienes tengan a Venezuela lejos de sus fronteras, todas estas palabras les parecerán trabalenguas. Primero,  la estación decembrina tiene fechas de arranque variables, según la región del país. En la Región Zuliana (este) las fiestas comienzan el 18 de noviembre, día de “La Chinita”, su santa patrona; mientras que en la capital del país (norte) el encendido de la cruz del Parque Nacional El Ávila, el primero de diciembre, marca el inicio. Sin importar el comienzo, una singularidad navideña es que se borran los límites entre una región y otra porque todos, toditos los venezolanos comen y bailan en familia hasta los primeros días de febrero.
La hallaca, reina de la mesa
Como la gran mayoría de platos tradicionales, la hallaca representa el mestizaje entre  indígenas y colonizadores. Cuentan los abuelos que con las sobras de comida dejadas por los dueños de tierras, los indígenas hacían un envuelto cocinado en agua. De aquella receta nació el plato navideño nacional:
Los envueltos son de forma rectangular, hechos de masa de maíz o plátano y rellenos con un guiso de carnes de res, cerdo, gallina o pollo; verduras, garbanzos, aceitunas, alcaparras y extras que se han ido agregando como las pasas de uva, huevo y tomate, inclusive. Lo particular de la receta (y lo que hace de ella toda una delicia exótica) es que ese envuelto  va cubierto por hojas de plátano y amarrado con un hilo, conocido popularmente como “pábilo”.
La hallaca es la protagonista de las cenas navideñas, tanto del 25 como del 31 de diciembre. Su ritual de preparación consiste en agrupar a las mujeres de la familia para que se encarguen de cortar los ingredientes, mientras los hombres amarran y custodian el fuego; todos bajo la coordinación de la abuela de la casa.
El “bollo” como también se le llama se acompaña con pernil o paleta de cerdo horneada, gallina o pollo también horneado, relleno de verduras; ensalada cocida, pan relleno de jamón y embutidos y las bebidas suelen ser gaseosas, vinos o licores macerados artesanalmente.
Aunque en la mesa venezolana no se acostumbre a comer postre, el dulce de lechosa (papaya) es el infaltable en las tardes navideñas.
El pesebre, símbolo de fe
La religión católica ocupa un porcentaje muy elevado en este país caribeño. La Región Andina (noreste), comprendida por los estados Mérida, Táchira y Trujillo, ha ganado especial protagonismo por hacer del pesebre un símbolo de fe nacional. De grandes tamaños en las iglesias, de longitudes monumentales en calles y plazas públicas y más discretos en el living de cada casa; el pesebre es otro legado del mestizaje americano-europeo.
Las primeras figuras de María, José, el niño Jesús y los pastores llegaron de España por allá en el siglo XVII. Hoy, artesanos venezolanos las  moldean en arcilla o madera con rasgos más autóctonos, pero el objetivo es el mismo: rememorar el pasaje bíblico del nacimiento de Cristo. Con ovejas, musgo, lagos, gallos y otros objetos, cada familia decora su hogar teniendo siempre al niño cubierto hasta la fecha de su nacimiento, momento en que todos se congregan a cantar, rezar y adorar a la imagen.
Pese a la fuerza de la institución religiosa en el país, tradiciones foráneas como el arbolito y Santa Claus también tienen presencia en las grandes capitales, centros comerciales y casas. Por ejemplo, es común rodear el pino con regalos o que el pedido hecho por los más pequeños, conocido como “la carta al niño Jesús”* se retire la mañana del 25 debajo del árbol iluminado.
Gaitas y parrandas, la alegría de las fiestas
La gaita venezolana es una fuerte tradición de la Región Zuliana que se ha extendido a todo el país y fue nombrada Patrimonio Cultural y Artístico Nacional. La tambora, charrasca** y furruco*** hacen que sus ritmos y melodías sean inconfundibles, mientras que el cuatro y las maracas reafirman los orígenes de la tradición folclórica.
Los temas suelen mezclar humor, denuncia, cotidianidad y devoción religiosa a la Virgen de la Chiquinquirá (La Chinita) y suenan desde noviembre en las emisoras nacionales. La agrupación Maracaibo 15 es una de las más antiguas y  se acostumbra que al ritmo de “Faltan cinco pa’ las 12” las familias venezolanas se abracen a la espera de un año nuevo.
Otros ritmos característicos de la celebración son las parrandas que,  al sonido de cuatro y maracas asaltan las calles venezolanas para celebrar situaciones cotidianas con mucho humor y picardía. Un solo pueblo más que un grupo es una leyenda de la música venezolana.
Pero no todo es tradición, fe y comida. Un imprescindible navideño es el popular “estreno” o prendas de ropa compradas especialmente para las cenas familiares del 25 y 31. Todos; desde niños, abuelos, papás y mamás gastan sus aguinaldos para estrenar ambos días y aquellas personas que no se adapten a la costumbre son mal vistas.
Otro detalle muy moderno es que las fiestas han dejado de ser exclusivamente familiares, son los más jóvenes quienes después de la cena corren a los centros nocturnos a celebrar en compañía de amigos.
Lo que sí permanece intacto es esa costumbre de que las fachadas de las casas se mantengan adornadas y con su pesebre exhibido hasta el dos de febrero, fecha en que se celebra el Día de la Virgen de La Candelaria y que marca el fin de la navidad en la gran mayoría de estados del país.
* Los niños entre los tres y diez años escriben una carta con los juguetes que más quieren como regalo de navidad. Va dirigida al niño Jesús y es común que comience así: “Querido niño Jesús (…)”.
** Instrumento cilíndrico metálico, dividido por una ranura en su eje longitudinal, con estrías profundas, que son frotadas con una varilla metálica para obtener la vibración.
*** Caja de madera, cilíndrica y ligeramente cónica, con la abertura de diámetro menor dirigida hacia el piso y la mayor, de unos 40 centímetros, dirigida hacia arriba.