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18 de diciembre de 2013
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Ferrocarril de Sóller, un tren centenario

La experiencia de viajar en el tiempo durante unos 30 kilómetros, la distancia que separa Palma de Mallorca de la localidad serrana y marítima de Sóller.
Ferrocarril de Sóller, un tren centenario
Entrada del tren a la estación de Sóller

Texto:Armando Cerra Fotos: Mónica Grimal
Pasamos horas de espera y hastío en un aeropuerto para después sentarnos y sentirnos incómodos en un avión que nos llevará vertiginosamente a cualquier lugar del planeta. Programamos el GPS para que nos conduzca sin error hasta nuestro destino, sin margen a las insospechadas sorpresas que nos pueda deparar el trayecto. Actitudes que hacen pensar que lo único importante es la rapidez con la que lleguemos a nuestro destino.
Despedida de los viajerosPor fortuna y para los nostálgicos, hay ocasiones en las que el interés de un viaje no es tanto el dónde sino el cómo. Disfrutar de la experiencia del viaje, del desplazamiento en sí mismo. Eso nos propone el ferrocarril de Sóller, camino del noroeste de la isla balear de Mallorca.
Y no es que los puntos que une ese viejo tren carezcan de motivos para visitarlos. Tanto la ciudad de Palma de Mallorca como la villa y el puerto de Sóller son esencialmente atractivos. Y como muestra de ello basta con mencionar la inmensa catedral gótica de Palma, el único edificio de estas características que disfruta de una espléndida panorámica del mar.
O en el caso de Sóller, bien merecen una visita las playas cercanas al puerto o tomarse un helado tradicional en su centro histórico o pasearse por las estancias del Museo Ca’n Prunera, una bella construcción modernista de principios del siglo XX.
En realidad, Ca’n Prunera es un edificio contemporáneo al protagonista de estas líneas: el ferrocarril de Sóller. Un tren que se inauguró en 1912, y que desde entonces ha funcionado de forma ininterrumpida y diaria uniendo Palma y Sóller.
Antes, Sóller se aislaba prácticamente del resto de la isla, porque la población quedaba cercada por el Mediterráneo a sus espaldas y por los agrestes relieves de la Sierra de Tramuntana al frente. Sus habitantes recorrían tortuosos caminos de montaña para llegar a la capital de la isla, las mercancías habían de llegar por mar y el correo sufría una odisea entre el remitente y el destinatario.
La mejor manera de imaginar lo que supuso la apertura del ferrocarril es ir hasta Sóller por las actuales carreteras y con un coche moderno. Con estos medios del siglo XXI el viaje sigue resultando un rosario de curvas y estrecheces, que pueden dar idea de lo que significaba con los medios de transporte de antaño.
Por eso si uno decide viajar hasta Sóller hay que tomar el centenario ferrocarril que parte del mismo centro de Palma de Mallorca. Un tren con sabor añejo, con asientos de madera, con apliques eléctricos de porcelana y con una velocidad adecuada para disfrutar por las ventanillas del paisaje serrano.
Tranvía eléctrico entre Sóller y su puertoLo que en otros tiempos fue una necesidad, hoy es turismo. Los vagones se llenan de gentes armadas con tablets, cámaras digitales, iphones y toda clase de tecnología para inmortalizar la experiencia. El contraste es brutal con el viejo mobiliario. Pero la hora de trayecto permite aislarse y concentrarse en ese viaje en el tiempo.
Y además, al llegar a Sóller la experiencia continua visitando la vieja estación ferroviaria reconvertida en interesante sala de exposiciones protagonizada por dos visitantes ilustres: Pablo Picasso y Joan Miró. Cuyas creaciones hacen más breve la espera antes de tomar el primer y último tranvía eléctrico que ha habido en la isla de Mallorca. Un tranvía, también centenario que discurre por el mismo centro de la población, para luego adentrarse entre huertos y campos de naranjos, para finalmente desembocar a orillas del mar en Port de Sóller.
En definitiva, un viaje interesante, aunque no excesivamente económico. Pero quién le pone precio a viajar en el tiempo.


Ver Ferrocarril de Sóller, un tren centenario en un mapa más grande
 
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