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11 de agosto de 2014
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Pueblos donde la soledad no desespera

Ciudades abarrotadas de gente, personas que pasan la vida sin saber quién es su vecino. En la vereda de enfrente, pueblos de uno, o a lo sumo dos, habitantes. Hermanados con su entorno, la soledad, la mejor compañera.
Pueblos donde la soledad no desespera
Donde un habitante es mucho más que nada

por Rodrigo Carretero

Quizás haya sido el incesante avance de la civilización, que en su voraz apetito de más y más, deja atrás a los menos, menos. En una de esas, la cuestión económica, aquella que impulsa al humano a buscar un mejor pasar, aunque sea rodeado de miseria en los bordes de las grandes urbes mundiales. Tal vez, solamente, el inexorable paso del tiempo. Lo cierto es que alrededor del mundo, sin importar el nivel de desarrollo de los países, existen pueblos que han caído en la desgracia de verse casi abandonados. Casi, porque siempre hay alguien al que sus raíces le impiden migrar, salir, dejar atrás el pasado, aunque adelante no haya futuro.

Uno de los casos más conocidos a nivel mundial es Pirámide, una ciudad olvidada, a 800 kilómetros del Polo Norte, en la Isla de Spitsgergen del océano Ártico. Sobre la estepa siberiana, allá en los confines de Rusia. Tan solo un guía turístico la habita y no es capricho de ermitaño. Hasta allí se llegan muchos turistas ávidos de conocer la urbanización que quedó abandonada hacia 1998. Como tantas, miles, luego de la caída del Muro y tras años de esplendor, fue abandonada y el frío, la nieve y el hielo tomaron el lugar de los mil habitantes que allí vivían. Como no podía ser de otra manera, el guía vive en el hotel Tulip, la única construcción que aun resiste los embates del clima. Luego de que se van los turistas, tan solo queda la compañía de un zorro. No lejos de allí, en el norte sueco, Naimakka ostenta el record donde se ha medido la temperatura más baja del país.  52 grados bajo cero fueron suficientes para alentar el éxodo y hoy el pueblo es básicamente una estación meteorológica, donde reside el encargado y único habitante del pueblo. Su vecino más cercano se encuentra a 8 kilómetros cubiertos de un metro de nieve, por lo tanto, una distancia insalvable.

El viejo continente abunda en pueblos cuyo origen medieval les da ese aspecto salido de cuentos, mitos y leyendas. Muchos de ellos, hoy tan solo viven del recuerdo. La comuna menos poblada de Francia, Rouchefourchat,  se encuentra a mitad de camino entre Marsella y Lyon. Para 1968 eran seis personas en el pueblo, y  desde 1999 en adelante, lo habita un solo hombre. Vale decir que su casa es el pueblo, el resto son ruinas de un viejo castillo y los cimientos de casas demolidas décadas atrás. España vive esto de los pueblos abandonados como un verdadero problema social. Una radiografía demográfica de su superficie revela grandes ciudades superpobladas y cientos de pueblos, desperdigados, solitarios, con fecha de defunción ya firmada por el tiempo. Uno de ellos es  Jaramillo Quemado, en la región de Burgos. Allí dos habitantes revalorizan el vivir rodeados del silencio de la naturaleza y la tranquilidad que ello conlleva. Otros casos similares son Gallicant, As Veigas, Granadilla, Umbralejo, y así muchos más. Cabe destacar que el gobierno español ha iniciado un programa de recuperación de estos pueblos, dado su valor histórico patrimonial, por lo que un circuito turístico siguiendo las huellas del pasado es una opción válida para recuperar el presente.

Diferente es el caso de Buford, estado de Wyoming en los Estados Unidos. Su único habitante estaba orgulloso  de ser alcalde, encargo del correo, y dueño del almacén, el bar y hasta la estación de servicio. Cosas que solo pasan en la Unión, al momento de elegir un nuevo alcalde y ante la falta de electorado, se decidió poner en venta al pueblo. Luego de años de mayoría absoluta en los escaños municipales, el momento de un cambio había llegado. Otro pueblo que se diferencia es Moniwi, en Nebraska. Aquí es una mujer la que vive solitaria, ya con casi 80 años a sus espaldas. Decidida a no abandonar su terruño, pasa sus días en la Taberna de Monowi, el restaurante del pueblo y en la biblioteca que atesora unos 5000 libros. Pequeñas historias de grandes vidas. Pueblos donde la soledad es la mejor amiga, porque a veces, más vale solo que mal acompañado.

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