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10 de octubre de 2014
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De los zares a la Revolución de Octubre

San Petersburgo, ciudad única en el mundo, deslumbra con sus siglos de historia y su enorme patrimonio cultural.
De los zares a la Revolución de Octubre
Catedral de Kazan, San Petesburgo

Por Ignacio Stábile
“No es posible ver Rusia mirándola sólo con dos ojos”, dice un proverbio ruso, el cual encajaría a la perfección para describir a San Petersburgo.
Los lugares de interés que posee esta ciudad, conocida como la “Perla del Báltico”, son tantos que a simple vista pueden resultar inabarcables.
Con más de 5 millones de habitantes, es la segunda ciudad de Rusia, a más de 650 kilómetros de la actual capital, Moscú.
Su importante acervo cultural la ha convertido en uno de los destinos más visitados en Europa y su casco histórico está catalogado como Patrimonio de la Humanidad.
Además de palacios, museos e iglesias, San Petersburgo fue testigo de uno de los acontecimientos más trascendentales en la historia contemporánea como fue la Revolución Rusa, que marcó el fin del reinado de los zares y el comienzo de la experiencia socialista más resonante en el siglo XX.
Del pasado al presente
La ciudad fue fundada en 1703 por el zar Pedro I el Grande, quien buscaba transformarla en la capital del imperio ruso, lo cual se materializó entre 1712 y 1918.
Su principal meta era darle al imperio una salida al mar.
Mediante la explotación de un enorme número de personas (muchas de las cuales perecieron por las brutales condiciones en las que trabajaban), comenzó la edificación de la ciudad y de sus principales edificios.
Para el siglo XIX, la magnificencia de la capital imperial contrastaba con la situación de pobreza de la mayoría de la población, uno de los principales detonantes de los episodios de 1905 y 1917, y del fin del régimen zarista.
En 1918, la capital rusa se trasladó a Moscú y San Petersburgo tomó el nombre de Leningrado entre 1924 (año de la muerte del líder bolchevique Vladimir Lenin) y 1991, cuando se decretó el fin de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), volviendo a su nombre original.
Entre los años 1914 y 1924 se la conoció también como Petrogrado, ya que se quería evitar la influencia germánica que poseía el nombre oficial.
Y si hablamos de la historia de San Petersburgo, no se puede pasar de largo el trágico sitio de Leningrado durante la Segunda Guerra Mundial, cuando la Alemania nazi bombardeó y bloqueó durante 29 meses la ciudad, provocando más de un millón de víctimas mortales.
Al finalizar el conflicto bélico, las autoridades soviéticas la nombraron “ciudad heroica” en homenaje a la tenacidad de sus ciudadanos en la resistencia.
Un paseo por la Perla del Báltico
Un buen punto de partida para conocer la ciudad que inmortalizó Fiodor Dostoyevski en Crimen y castigo, es el centro histórico. Este se encuentra atravesado por el río Nevá, desde el cual se pueden obtener hermosas vistas de la ciudad si se lo navega y arribar a la isla Záyachi, donde se encuentra la Fortaleza de San Pedro y San Pablo.
Este importante conjunto, erigido por el zar Pedro I como bastión defensivo, se destaca por la presencia de la Catedral homónima, en donde se encuentran sepultados los restos de los zares, desde Pedro I hasta Nicolas II y su familia.
La mayoría de los edificios históricos se encuadran dentro del barroco y el neoclasicismo de los siglos XVIII y XIX.
Sin dudas, el más emblemático de todos ellos, es el actual Museo Hermitage, considerada una de las pinacotecas más importantes del mundo.
Consta de seis edificios diferentes, siendo el más famoso de ellos el Palacio de Invierno, la antigua residencia de los zares. Buena parte de las exposiciones permanentes pertenecían a la colección privada de los zares, la cual posee más de 3 millones de objetos y que tomó carácter público y estatal en 1917.
Se destacan obras de la antigüedad griega y romana, del lejano oriente, pinturas del Renacimiento, el Barroco, artes decorativas en general e importantes exposiciones de armas y numismática.
Además de las colecciones que alberga el Hermitage, los edificios que componen el complejo museológico son obras destacadas en sí, principalmente el Palacio de Invierno, cuyo interior consta de 1500 habitaciones ricamente ornamentadas. Fue este el centro del poder imperial ruso hasta la caída del régimen.
Enfrente al mismo se encuentra la Plaza del Palacio, conocida por el tristemente célebre “domingo sangriento” de 1905, cuando la Guardia Imperial reprimió brutalmente una manifestación de trabajadores.
Más de una década después, la misma plaza sería escenario de la irrupción del Ejército Rojo en la histórica toma del palacio.
Si se desea pasear al aire libre, una buena opción es la avenida Nevsky Prospekt, la más importante de la ciudad, ideada en sus orígenes como boulevard comercial. Su atractivo radica no solo en los contrastes arquitectónicos y en la variedad de comercios que se encuentran en la misma, sino también en los palacios y puentes que la enmarcan. Entre los primeros se destacan el Palacio Stroganov, el Aníchkov y el Beloselsky – Belozersky, todos ellos del período imperial.
Asimismo, merece una visita la imponente Catedral de Nuestra Señora de Kazán, principal templo ortodoxo ruso de la ciudad, en la que se venera a la Virgen de Kazán. Este templo permaneció cerrado durante un tiempo después de la Revolución de Octubre de 1917, reabriendo luego como “Museo de la historia de la religión y el ateísmo”, hasta su nueva consagración como catedral en 1992.
En relación al culto ortodoxo, de gran importancia es el Monasterio de Alejandro Nevski, al cual se accede por la avenida Nevsky Prospekt.
En su interior se encuentran los restos del líder y santo de la Iglesia Ortodoxa, Alejandro Nevski.
Por la noche, las calles y puentes de la ciudad se iluminan para darle un marco inolvidable a la antigua ciudad imperial, que por la cantidad de canales se la conoce también como la “Venecia del norte”.
Para desplazarse cómodamente, San Petersburgo cuenta con seis líneas de metro, además de buses, tranvías y trolebuses que circulan por sus concurridas avenidas.
La ciudad es un importante nudo de comunicaciones entre Escandinavia y Europa del Este, tanto por vía terrestre como marítima.
A su aeropuerto, Púlkovo, el cuarto más importante de Rusia, a 17 kilómetros de San Petersburgo, llegan vuelos de las principales ciudades europeas.
Conocer la “Perla del Báltico” significa sumergirse en algunos de los relatos de Fiodor Dostoyevski, León Tolstói o Aleksandr Pushkin, imaginar la Rusia imperial, la Rusia bolchevique y el intenso siglo soviético. Pocas ciudades del Viejo Continente, seguramente, resuman tan bien los últimos siglos de historia europea.


Ver De los zares a la Revolución de Octubre en un mapa ampliado
 
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