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29 de junio de 2015
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Krk, esa isla Croata de nombre impronunciable

Un pequeño paraíso rodeado por las aguas del mar Adriático que todavía resiste el embiste del turismo de masas que poco a poco está invadiendo Croacia.
Krk, esa isla Croata de nombre impronunciable
Isla KeK - Croacia

Texto Armando Cerra   Fotos: Mónica Grimal
Croacia se ha convertido en los últimos tiempos en uno de los destinos turísticos favoritos de toda Europa. Hasta aquí llegan viajeros atraídos por su patrimonio, sus playas de aguas cristalinas y unos precios baratos, aunque cada vez menos. Y sobre todo llegan turistas que desean perderse en la infinidad de islas croatas que se despliegan ante la costa continental.KRK
Una de esas islas es Krk. En realidad es la más extensa de todas ellas, si bien no es la más popular, ni tampoco la más hermosa. De hecho, Krk de alguna forma, aunque basa su economía en un altísimo porcentaje en el turismo veraniego, lo cierto es que todavía está un tanto infrautilizada respecto a otras hermanas del archipiélago croata.
Y ahí radica su atractivo. Por supuesto, que a lo largo de sus más de 400 kilómetros cuadrados de extensión hay grandes focos turísticos como la población de Baska abierta a una hermosa bahía o la propia ciudad de Krk. Pero fuera de estas localidades y sus inmediaciones todavía uno se puede sentir un viajero ajeno al bullicio del turismo.
Son muchos los rincones por los que perderse, más aún si se visita fuera de los meses de julio y agosto. Por ejemplo, es una delicia recorrer en primavera la población medieval de Vrbnik elevada sobre un acantilado o perderse por las calles de Punat.
Y desde luego, para alejarse todavía más del turismo masivo hay un lugar que se convierte un pequeño paraíso en el que parece que se ha detenido el tiempo. Se trata del pueblo de Njivice. Si uno quiere tumbarse sobre los guijarros de la playa y darse chapuzones en sus aguas sorprendentemente transparentes este lugar es el idóneo.
KRKUn pequeño bosque de pinos y escasos restaurantes, bares y tiendas rodean la zona de playa. Todo paz, tranquilidad, aire libre y aguas abiertas ante la vista. El sitio idóneo para entrar en una comunión perfecta con el mar.
Se puede llegar a pensar que se ha llegado a un enclave remoto, y en cambio todo queda a un paso. De hecho, a la isla de Krk, además de llegar en ferry también se puede acceder con el automóvil particular atravesando el puente de peaje que la une con el continente en las proximidades de la gran ciudad croata de Rijeka. Lo cierto es que yendo en el coche propio es como más se disfruta de esta isla, alojándose en económicas casas locales o en los abundantes campings a orillas del mar, que aumentan esa sensación de estar en plena naturaleza.
Pocas sensaciones pueden ser más placenteras que comprar un poco de embutido, pan y el vino blanco local (zlahtina). Después sentarse sobre las piedras de playa, comerse el bocadillo, dar unos tragos a la botella y esperar que llegue el ocaso del sol. Un lujo de esos económicos que se convierten en uno de los recuerdos imborrables de un viaje.


 
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