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11 de abril de 2016
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Reducciones jesuíticas en Paraguay, un ideal destruido

Las ruinas de las misiones jesuitas cuentan la historia de un ideal llevado a la realidad donde los nativos convivieron en paz con los colonizadores dentro de un estilo de vida y educación singulares.
Reducciones jesuíticas en Paraguay, un ideal destruido
Ruinas Jesuiticas - Fotos gentileza de Tatiana Sidlik - www.caminandoporelglobo.com

Por Guadalupoe Araoz
Las reducciones jesuíticas más importantes se asentaron en los territorios actuales de Argentina, Paraguay y Bolivia. Se erigieron ochenta de las cuales hoy en día quedan solo treinta. Siete de ellas se encuentran en territorio paraguayo y dos, la de Jesús del Tavarangue y Nuestra Señora de la Santísima Trinidad, fueron nombradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
La primera del país fue la de San Ignacio Guazú, fundada en 1609. Su museo es el más completo del país configuras religiosas delicadamente talladas a mano por los nativos y una carta escrita por el rey Felipe IV. La más pequeña es la de Santiago que porta su nombre en forma de plegaria para poder defenderse de los bandeirantes que penetraban el continente en busca de esclavos. Santa María de Fe es una de las menos visitadas por más que contiene tallas sacras únicas mientras que Santa Rosa de Lima exhibe los murales de la Capilla de Loreto, un campanario en piedra roja y las casas de adobe de los indios alrededor de la misión. Jesús del Tavarangue, réplica inconclusa de la iglesia italiana de Loyola, destaca con su estilo morisco y sus arcos trilobulados.
Apesar de las bellas obras que contienen las demás misiones, una de las más conocidas por ser la más completa de las treinta reducciones es la de Nuestra señora de la Santísima Trinidad. El guía se pasea entre las ruinas de la plaza, las piedras derruidas de la catedral con su pila bautismal, la casas de los nativos donde vivieron más de 40.000 personas, el colegio, el cementerio, el museo y los talleres. La segunda más visitada por el escaso turismo que acapara Paraguay es Santos Cosme y Damián, con su antiguo observatorio astronómico y su reloj de sol tallado en piedra. La construcción quedo inconclusa pero aún se pueden apreciar, en sus resquebrajados techos, algunos frescos de la época. Ambas reducciones se pueden apreciar en las fotografías de Tatiana Sidlik.
Las misiones constaban con una unidad central que albergaba a los jesuitas pero también contenía la iglesia, el cementerio, la escuela, los talleres y una casa comunal para las viudas, los huérfanos y las mujeres solteras. Dicha unidad se encontraba a un lado de la plaza cuadrada, con una cruz y la estatua del santo patrono, que funcionaba como centro de la estructura. Las casas de los nativos rodeaban los otros tres flancos de la plaza. Las edificaciones, colocadas respetando la geometría española, eran erigidas en piedra y madera y contaban con agua corriente y servicios sanitarios.
Sin embargo, lo más importante de  las misiones no fue la arquitectura y los materiales utilizados sino la forma de vida que lograron llevar a cabo, la interacción y la comunidad logrados con los nativos que llevaron un ideal a la realidad.
En 1590 los españoles poseían diez ciudades y cuarenta colonias en Sudamérica. Los indígenas, a veces sometidos por la fuerza, se convirtieron en servidores tanto de los españoles como de los portugueses que los cazaban brutalmente para venderlos como esclavos.
Los franciscanos introdujeron en 1580 el sistema de reducciones en Paraguay. Al haber predicado en Brasil conocían el idioma tupí que guardaba relación con el guaraní, facilitando la comunicación y permitiéndoles darle forma escrita a dicha lengua.
Con paciencia, fe y trabajo duro formaron pueblos autosuficientes dentro del territorio indígena. Gracias al trabajo conjunto estructuraron un nuevo orden político y cultural convirtiéndose en potencias agrícolas y ganaderas. Los nativos fusionaron sus costumbres con las europeas aprendiendo oficios, música y escultura a tal punto que llegaron a construir algunos de los violines más cotizados del viejo continente.
El régimen de propiedad era mixto. Existía la propiedad individual otorgándole a cada familia la extensión de tierra necesaria para su alimentación anual pero también la propiedad colectiva que eran tierras utilizadas para el cultivo comunal. Las ganancias generadas eran divididas por igual entre los trabajadores excepto por un porcentaje pequeño destinado a la iglesia y a los huérfanos, los ancianos y las viudas. Además, la jornada laboral era de seis horas llevando a un lineamiento del derecho de trabajo que no se volvería a ver en la zona hasta los gobiernos contemporáneos.
Las misiones gradualmente fueron militarizándose a causa de los bandeirantes. Los nativos eran entrenados en tácticas de guerra por veteranos europeos. Pronto los gobernadores de Asunción y Buenos Aires ofrecieron liberarlos del régimen de trabajo obligatorio llamado “mita” a cambio de que participaran en campañas militares. Su agilidad alertó a sus vecinos que libraron la guerra guaranítica y la utilizaron posteriormente como argumento para la expulsión de los jesuitas, considerados desleales al rey.
El Reino de Portugal en 1759 y luego el de Francia en 1762 expulsaron a los jesuitas de sus dominios. El Rey Carlos III, a través de la Pragmática Sanción de 1767, siguió la misma política quedando fuera del reino más de seis mil religiosos e incautando todo su patrimonio. En 1773 el papa Clemente XIV suprimió la Compañía de Jesús que se mantuvo oculta en Rusia hasta que Pío VII volvió a autorizarla en 1814.
En América los jesuitas fueron reemplazados por franciscanos, dominicos y mercedarios sin que ninguno lograra continuar la labor. Las misiones se disolvieron rápidamente. Los aborígenes retornaron a la selva para seguir luchando contra la colonización, fueron aprendidos por los bandeirantes o emigraron a Buenos Aires utilizando los oficios que aprendieron.
Hoy en día las piedras de las ruinas te trasladan a las misiones de esos tiempos en los que los indígenas eran respetados como hermanos. Te lleva a preguntarte cómo sería la sociedad si no hubieran sido expulsados por la corona española. Basta cerrar los ojos y soñar con un ideal.

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