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14 de septiembre de 2016
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Hacia lo profundo

La ciudad subterránea de Derinkuyu esconde mucho más que pasadizos y habitaciones. Una verdadera urbe entrelazada con la tierra misma.
Hacia lo profundo
Bajo tierra, DerinKuyu se devela

por Rodrigo Carretero

Nada es casualidad, y en 1963 las misteriosas formas subterráneas de Derinkuyu, ciudad ubicada en Anatolia central, Turquía, fueron mostrándose paulatinamente a los profanadores del tiempo. Por aquellos años del siglo XX, Omer Demir, ciudadano de la Derinkuyu actual pretendía hacer unas reformas en su casa. Los trabajos de excavación, de pronto, fueron por debajo de lo pretendido, y sin que nadie lo imaginara, afloró la vieja, subterránea, oculta al Sol, ciudadela de Derinkuyu. En total, al menos hasta hoy, se han descubierto 36 ciudades subterráneas en esta región turca, siendo Derinkuyu la más profunda, no así la más extensa, título que ostenta la vecina Kaymakli.

Hacia atrás, o por debajo de la historia, ya el historiador griego Jerofonte describía esta y las otras ciudades subterráneas y habitadas por gentes que excavaban con cierta facilidad el suelo volcánico para convertir la oscura tierra en habitaciones, corrales, almacenes, todos con un excelente sistema de ventilación que hacía posible la vida en forma permanente. Con el transcurso de los siglos, estas cavidades, túneles, pasadizos se han ido expandiendo a medida que servían de refugio contras las frecuentes invasiones a lo largo de la historia. Hasta ahora, en Derinkuyu se han excavado hasta 40 metros de profundidad y unos 8 kilómetros cuadrados de superficie. Dentro se han detectado 52 pozos de ventilación, se calcula suficiente para dar refugio a diez mil personas. El laberinto de pasadizos y ambientes cuenta con tres grandes salidas ubicadas estratégicamente y cuyo acceso podía ser bloqueado, desplazando rocas adyacentes. Además, existe un túnel de casi 8 km. de largo que conectaría con Kaymaklı

La mejor manera para llegarse hasta Derinkuyu es hacer base en Goreme. A ella se llega por ómnibus desde Ankara o Estambul. Desde esta ciudad es posible conocer  toda la región de Capadoccia a través de diferentes excursiones que salen de forma regular. Una vez que se llega, para visitar el subsuelo, hay que pagar entrada y junto a las cabinas se ubican los guías locales que mostraran el recorrido. No es fácil el ingreso, ya que las entradas se encuentran en pequeños orificios excavados y de allí por escaleras verticales que descienden hacia una sucesión de túneles. La primera impresión es de claustrofobia, se percibe el encierro, pero una vez que el cuerpo descubre la normalidad al respirar, la mente se relaja y permite ir descubriendo el fascinante recorrido por el laberinto subterráneo, de allí que sea obligatorio el ingreso con guía local, es fácil perder la orientación y la razón.

Durante la caminata, el relato da cuenta que el lugar fue construido como escondite, no como sitio de residencia permanente, por ello, el guía habla de refugios, no de casas, con lugares destinados al acopio de alimento, corrales de animales, depósitos de agua y lo imprescindible para permanecer ocultos al invasor. Los arqueólogos estiman que la construcción la iniciaron los hititas hacia el 1.400 a.C. y a partir de allí, los sucesivos pueblos que se fueron asentando en la superficie, fueron ocupando, remodelando y agrandando el espacio intra terreno.  Ya conformado el Imperio Otomano, estás ciudades cayeron en el olvido, tan solo subsistiendo en leyendas y mitos, hasta que las refacciones de Demir las sacaron a la luz. De los 20 niveles que se suponen que existen, al público visitante solo le está permitido conocer los primeros ocho, al resto solo ingresan los arqueólogos. En la visita sorprende como fueron tallados los ambientes y hasta una iglesia, lo que evidencia la presencia de cristianos que huían de las persecuciones religiosas en los primeros años de esta religión. Esta construcción llama la atención con su cúpula sostenida por  columnas, cruces talladas y adornada por imágenes de los apóstoles pintadas en los muros. Dadas las condiciones bajas de humedad, casi nula, estos murales se conservan en buen estado. La ciudad disponía también de un río subterráneo, pozos de agua y un sistema de ventilación. La particularidad de Derinkuyu es que su defensa no era enfrentar el enemigo, sino sobrevivir en el silencio de la oscuridad bajo tierra. Toda la visita dura poco más de dos horas, en las cuales se recorren muchos de estos ambientes, se suben y bajan niveles, se caminan galerías hasta desembocar en una gran sala, donde la luz natural parece tan lejana, allá en el último tramo de un pequeño canal horadado en la piedra.

La ciudad de la superficie tiene unos 15.000 habitantes y el significado de su nombre tampoco es casual: “Pozo profundo” .  Derinkuyu es tan solo una más de las tantas atracciones que es posible conocer en Capadoccia, región famosa por sus vuelos en globo, sus castillos romanos e iglesias excavados en la piedra, sus infinitas formas de las rocas moldeadas por el viento y los años. Un viaje que no es tan solo al interior de la tierra, es conocer el rito y el capricho de la naturaleza y el hombre conjugados.

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