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13 de octubre de 2008
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Astronomía y mitologías a cielo abierto

Bajo un firmamento estrellado, varias personas recorren la Vía Láctea para descubrir las estrellas y planetas que forjaron la esencia del hombre. Así, en diferentes puntos de la Argentina, miles de fanáticos de los cometas y las constelaciones se mueven, en grupo, para darle forma a esta novedosa modalidad de viajes: el Astroturismo.
Astronomía y mitologías a cielo abierto

Los fanáticos de las estrellas se unen para disfrutar del espectáculo que brinda el cielo La ciencia da cuenta que fue Galileo Galilei quien primero puso un ojo en un telescopio y lo apuntó al cielo nocturno y que, entre otras cosas, observó el planeta Júpiter rodeado de cuatro nuevos mundos. Una visión que luego tendría como consecuencia que la Tierra dejaría definitivamente de ser el centro del universo, ya que se hallaban evidencias de que existían mundos girando alrededor de otros cuerpos, y no alrededor de nuestro planeta.

La experiencia de Galileo fortaleció una auténtica revolución científica que afectaría profundamente la concepción del mundo y de nosotros mismos como especie, hace apenas cuatrocientos años. Este acontecimiento será próximamente festejado en todas las naciones, apoyando la proclamación del 2009 como Año Internacional de la Astronomía por Naciones Unidas, justamente para recordar la gesta del gran científico italiano, hacia fines de 1609.

Hoy podemos ver lo mismo que vio Galileo y, también, hasta lo que a él le hubiera maravillado observar a través de tecnologías más avanzadas, como galaxias lejanas, cúmulos de estrellas, lunas y planetas, aunque para hacerlo debamos, conjuntamente con el astrónomo profesional, alejarnos algo más de un centenar de kilómetros de las grandes ciudades para poder observar el cielo en todo su esplendor, debido a que la contaminación lumínica hoy es tan importante que impide ver objetos luminosos (como la cuarta estrella de la constelación “Cruz del Sur” o esa zona de apariencia lechosa que cruza el cielo llamada Vía Láctea). Incluso cuando en ciertos cielos urbanos (por ejemplo en ciudades como Buenos Aires, Argentina) sólo es posible contabilizar apenas un centenar de estrellas, en otras zonas, de cielos diáfanos, es posible contar más que varios millares de estrellas y, además, identificarlas por sus colores: rojas, amarillas, azules.

Venus y la luna (clickear para agrandar imagen)Junto con la observación, parte de la tarea que se impuso un equipo de personas de diferente formación pero unidas por su pasión por el cielo nocturno, es presentar conocimientos astronómicos en contacto con la naturaleza. Entre ellos hay estudiantes de filosofía, astrónomos, docentes, sociólogos, especialistas en turismo y músicos, quienes se acercan hasta desiertos, playas, salares, llanuras, ríos y estancias con un singular equipaje: modernos telescopios, binoculares astronómicos, mantas térmicas, punteros láser para “tocar” las estrellas, entre otros instrumentos que permiten profundizar una experiencia que se completa cuando, recostados y cobijados en mantas, miramos al cielo nocturno y alguien del equipo narra historias de la ciencia sobre lo que estamos mirando.

Así, la astronomía como relato describe, por ejemplo, de qué están hechas las estrellas, si realmente nacen o mueren, pero también hay otras voces, ya que los lugares que visitamos estuvieron poblados por habitantes ancestrales que, al igual que la ciencia hoy, trataron de encontrar explicaciones de lo que veían. Aquellos pueblos respondieron a través del relato de mitos que explicaban “su mundo”.

De esta manera, el equipo va combinando los relatos científicos con las explicaciones míticas de la naturaleza: aquel grupo de estrellas que para muchos hoy es la constelación “Cruz del Sur” fue para otros pueblos “La huella del Choique “. Es decir, las mismas cuatro estrellas, en diferentes épocas y distintos pueblos tuvieron asociaciones distintas unidas a la cultura y al contexto donde se generaron. Una noche bajo un manto de estrellas nos transporta hacia nuestro propio pasado y nuestro futuro, de alguna manera favorece que la ciencia se nos venga encima, y que practiquemos la parte experimental del conocimiento: vivir la aventura participando de un viaje a las estrellas, a través de una propuesta de turismo científico: buscar la Osa Mayor, la Estrella Polar o la Cruz del Sur y encontrarnos con que desde alguna parte del planeta no es posible observarlas y entonces practicar astroturismo en otras latitudes para poder encontrarlas.

A cielo abierto. La consigna es dejarse maravillar En cualquier sitio geográfico en que hagamos la excursión y en toda época del año en que se realice, es posible poner, al igual que Galileo, un ojo en el telescopio y encontrarnos con los anillos de Saturno. Adultos, niños, todos mostramos la misma inocencia cuando estamos bajo las estrellas: ¿Qué es el lucero del alba?, ¿Una estrella, un planeta?, ¿Quién le puso el nombre a las “Tres Marías”?, ¿Por qué los días de la semana sugieren el nombre de algunos de los planetas?, ¿Qué es una estrella fugaz?

Disfrutamos los crepúsculos, conversamos acerca de la naturaleza de nuestra estrella más cercana (el Sol), recordamos a personajes como Apolo, Inti, Antú o Zoroastro, entre tantos otros y, después de la cena o el fogón, recostados cómodamente bajo las estrellas, miramos el cielo como si fuese una pantalla de “cine natural”, para disfrutar de uno de los espectáculos más hermosos del mundo: una noche estrellada.

Viajes y talleres en toda la Argentina, junto a agencias de turismo, cruceros, organizadores de eventos y recreólogos en zonas como el Delta, Las Grutas, Córdoba, Talampaya, y muchos sitios más.

Colaboración (nota y fotos) de Patricia Juárez, directora de Astroturismo.

Más información:
www.astroturismo.com.ar

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