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02 de febrero de 2011

Alaska: turismo blanco

Quienes creen que esta remota región del continente americano no es otra cosa que pura nieve y hielo se equivocan: esconde paisajes que quitan el aliento, una flora y fauna asombrosas y múltiples actividades tanto en invierno como en verano.

Alaska, el estado 49 de Estados Unidos, es el más septentrional y occidental de todos, además del de mayor extensión. Situado casi en zona ártica, se caracteriza por la gran cantidad de parques nacionales que posee y el hecho de que aproximadamente el 5% del territorio está cubierto por unos 100.000 glaciares, gigantes lenguas de hielo que bajan desde las cumbres nevadas por los valles y se quiebran al llegar al mar en impresionantes acantilados. ¿Otra curiosidad? Su capital, Juneau, es accesible tan sólo por mar y aire.

A pesar de su difícil clima, es el territorio más antiguamente poblado de América: los primeros habitantes del continente llegaron hace 14.000 años procedentes de Asia cruzando el estrecho de Bering durante las glaciaciones. Es por eso que las raíces culturales de la zona se hallan en los pueblos indígenas (aleuitas, inupiat, inuit o esquimales, athabascans, tinglit y haidas) que han sobrevivido en una naturaleza hostil basándose en la caza, la pesca y la fabricación de herramientas, sobre todo con marfil y hueso.

En 1887, los estadounidenses encontraron oro en la zona, lo que provocó la llegada de multitud de aventureros y buscadores de fortuna en lo que fue una auténtica fiebre del oro que pobló la zona de colonos. Muchos de los actuales habitantes de Alaska son descendientes de estos pioneros.

Tradicionalmente, la economía de la zona se ha basado en el petróleo, la pesca, la minería, la madera y el turismo.

Qué visitar

La región sureste es la más poblada, accesible y de clima más benévolo de toda Alaska. Glaciares, parques nacionales, frondosos bosques, montañas, fiordos y ríos llenos de salmones se mezclan armoniosamente en ella. Allí se encuentra Anchorage, la ciudad más poblada del estado. La historia de la zona puede conocerse mejor en Museo de Historia y Arte, mientras que el Alaska Native Heritage Center alberga interesantes muestras del legado de las tribus que han habitado Alaska desde hace 14.000 años.

La fauna típica de Alaska se puede encontrar en el Zoo pero recuerde que encontrará abundante vida salvaje muy cerca en el Chugach State Park. Al sur de la ciudad, la imponente masa helada del glaciar Portage es una buena excursión. El espectáculo del deshielo estival en el que grandes bloques de hielo se precipitan al mar envueltos por un gran estruendo puede verse con toda su intensidad en el Million Dollar Bridge, en la ciudad pesquera de Cordova, al este de Anchorage.

Hacia el sur la península de Kenai se abre hacia el golfo de Alaska. Su abundante fauna marina la convierte en un paraíso para pescadores. Una industria que es la base de la economía de localidades como Homer o Seward. Muy cerca de esta última el viajero se topa con la fría y majestuosa belleza de los fiordos del Parque Nacional de los Fiordos de Kenai. Valles excavados por glaciares que ahora se ciernen sobre las frías aguas oceánicas en una mezcla de roca, hielo y agua habitada por mamíferos marinos, águilas de cabeza blanca, osos, lobos y decenas de aves que anidan en los huecos y salientes de los desfiladeros.

El Pasaje Interior es como se conoce a la franja de tierra estadounidense bañada por el Pacífico en la costa de Columbia Británica. Guarda todo el sabor del pasado, ya sea en sus comunidades indígenas, su legado ruso o los vestigios de la fiebre del oro, que aún pueden verse en el Klondike Gold Rush National Historical Park, un conjunto de edificios restaurados del casco antiguo de Skagway que conservan todo el sabor de esa época de aventureros. En Juneau, la capital del estado, se puede visitar la iglesia ortodoxa de San Nicolás, uno de los vestigios de la dominación rusa. Pocos kilómetros al sur encontramos el imponente glaciar Mendenhall, de 19 kilómetros de largo y 2,5 de ancho.

Sitka, no muy lejos de Juneau, fue capital de Alaska durante la colonización rusa, y aún conserva un aire eslavo, patente en las cúpulas bulbosas de la iglesia ortodoxa de San Miguel. El pasado indígena y ruso de la ciudad se combinan en el Sitka National Historic Park, el más antiguo en EEUU, inaugurado en 1910 para conmemorar la batalla de Sitka, en 1804. El fuerte Kiksadi, la Casa del Obispo, otra de las escasas muestras de arquitectura rusa existentes, y la colección de totems de los tinglit son sus principales atractivos, junto con la posibilidad de ver trabajar en vivo a artesanos indígenas y compartir impresiones con ellos.

Ketchikan, rodeada de bosques de cedros y abetos, está considerada la ciudad más antigua del estado. Así lo atestiguan sus calles de madera, como Creek Street, llena de tiendas y cafés que otrora albergaran los más famosos burdeles de Alaska. Además, toda la ciudad está ornamentada con tótems de cedro de los tinglit. Los amantes de esta muestra del arte y la espiritualidad de los indígenas americanos no deben dejar de visitar el Totem Bight State Park ni el Saxman Totem Park. Sin embargo, la estrella de Ketchikan es, sin duda, el Misty Fiords National Monument, un conjunto de espectaculares fiordos y montañas que se levantan a más de 1.000 metros sobre las gélidas aguas.

En la región suroeste, la belleza natural de sus bosques, costas y numerosas islas, como las Aleutianas, contrasta con la violencia de la naturaleza manifiesta en los 40 volcanes, muchos aún activos, y los frecuentes, si bien poco intensos, terremotos que sacuden la zona, habitada por inuit y aleuitas desde tiempos inmemoriales. Sus abundantes reservas biológicas, como las existentes en la isla de Kodiak y en el archipiélago de las Aleutianas, harán las delicias de los amantes de la naturaleza y la vida salvaje, con sus osos, focas y cientos de aves migratorias.

Si hay una joya de obligada visita en la región, ésa es el Parque Nacional Katmai. Situado en la península de Alaska, la erupción en 1912 del Novarupta alteró para siempre su fisonomía, que desde entonces combina el verdor y la exuberancia de sus bosques habitados por osos, con 65 kilómetros cuadrados de lava carbonizada que mantiene una importante actividad volcánica en sus miles de géiseres y chorros de vapor, que le han valido el nombre de "Valle de las diez mil fumarolas".

En la región central, los espesos bosques se combinan en el interior de Alaska con los vestigios de la fiebre del oro a orillas del río Yukón con el legado de los athabascan. Fairbanks es, con sus 30.000 habitantes, la segunda ciudad más grande del estado, sede de la Universidad de Alaska, donde cursan estudios superiores unos 8.000 alumnos. Aunque no es una ciudad con encanto monumental o histórico, sus afables gentes aseguran un ambiente agradable. Su carácter septentrional afecta al ciclo de luz solar, de modo que durante el invierno apenas se llega a las cinco horas de sol. En verano, por contra, se puede llegar a las 21 horas de luz solar. Su ubicación la convierte en un lugar ideal para contemplar en época invernal la belleza de las auroras boreales. Las carreras de trineos con perros árticos y los festivales invernales con esculturas de hielo son otros de sus atractivos.

La joya del interior de Alaska es el Parque Nacional Denali. Situado a los pies del McKinley, el pico más alto de EEUU, es el más visitado en Alaska, así que si decide ir a disfrutar de sus encantos naturales ha de reservar la entrada con mucha antelación. Sus montañas, lagos y glaciares son hogar de especies propias de ecosistemas subárticos como lobos, osos, águilas, alces, caribúes, ardillas...

Más allá del río Yukón y la cordillera Brooks se extienden las tierras del "sol de medianoche", ya que durante los meses de invierno se sumen en una perpetua penumbra, mientras que en los meses estivales ocurre al contrario; el sol no se pone. Habitada por los inuit, esta helada tundra de durísimos inviernos y hogar de alces, caribús, osos polares, focas, morsas o ballenas basa su prosperidad en las explotaciones de petróleo, patentes en el oleoducto Trans-Alaska. Accesible desde el sur por la Dalton Highway, a sus maravillas naturales y recónditas comunidades esquimales se llega por vía aérea.

Tal es el caso de Nome, situada en la península Seward y que combina su carácter esquimal -la mitad de sus 4.000 habitantes pertenecen a esta etnia, cuyos objetos artesanales pueden adquirirse en varios establecimientos de la localidad- con vestigios de la era de la fiebre del oro. Un pasado del que queda constancia en las minas que se encuentran a lo largo de la carretera Nome-Taylor. Los afables lugareños combaten el aislamiento con multitud de celebraciones y eventos. En marzo Nome se convierte en el destino de la Iditarod, la carrera de trineos tirados de perros árticos más larga del mundo que anualmente parte de Anchorage. El verano, con sus largos días, es la época ideal para todo tipo de festivales.

Barrow es la localidad más septentrional de EEUU. Bañada por el océano Ártico, del 10 de mayo al 2 de agosto el sol no se pone, mientras que del 18 de noviembre al 24 de enero éste no sale. Visitada con frecuencia por osos polares en su incensante búsqueda de focas, está habitada en su mayor parte por inuit, que han combinado a la perfección sus tradiciones con las ventajas de la vida moderna. Entre las primeras destaca su cárácter cazador, en especial de las orcas, belugas y otro tipo de ballenas que moran en la zona. La caza, en los meses de abril y mayo, culmina a finales de este mes con el Nalukataq, un festival de celebración por las capturas conseguidas.

La exuberante y prácticamente intacta naturaleza de la región boreal puede disfrutarse en sus numerosos parques y reservas biológicas, donde osos polares, caribúes, alces, focas, aves y pequeños mamíferos pueden observarse todo el año. El único inconveniente para disfrutar de estos parajes durante el verano son las nubes de mosquitos que amenazan con arruinar la visión de tales maravillas naturales. Por ello, no se ahorre un buen repelente.

El Parque Nacional Kobuk Valley alberga además de multitud de fauna salvaje, un enorme conjunto de dunas arenosas creadas por los glaciares a las que se accede después de un cansado paseo de casi una hora. Para observar fauna de todo tipo, si bien de aves como la famosa águila blanca en especial, lo mejor es dirigirse a la península Seward hasta la reserva de Bering Land Bridge, vestigio del antiguo puente que unía América con Asia y que durante la época de las glaciaciones sirvió de tránsito entre ambos continentes para multitud de fauna.

Verano, ideal para los amantes de la pesca y deporte de aventura

Para las personas que practican deportes como la pesca, el montañismo o la bicicleta de montaña Alaska es una especie de paraíso soñado, además de un reto. Los que deseen hacer excursiones encontrarán una red muy bien señalizada de senderos y caminos pintorescos desperdigados a lo largo de todo el territorio. Esta es una actividad que apasiona tanto a los locales como a los turistas, dado que los paisajes son irrepetibles y la experiencia resulta siempre inolvidable.

Para los «bikers», la cosa no está tan fácil porque algunos de los parques naturales consideran que las bicicletas son vehículos y tienen prohibido su acceso. Aún así, encontraremos algunas rutas muy populares para recorrer en bici, sobre todo en torno a Fairbanks y por toda la península de Kenai.

Esta última es, sobre todo, un paraíso para los pescadores a partir de mayo, mes en el que se abre la veda. Esta actividad es uno de los principales atractivos del estado, con sus ríos repletos de salmones, como el Copper River cerca de Cordova, y la rica vida marina de sus costas. Los aficionados pueden, con sólo unos pocos aparejos, sacar un montón de pescado. A mosca o cucharilla, echando el anzuelo en lugares sombríos, tenemos muchas posibilidades de sacar piezas de tamaño asombroso. Las licencias son bastante asequibles y se pueden adquirir por diferentes períodos.

Por otra parte, el río Yukón es la meca de todos los amantes del piragüismo. Por sus aguas viajaron cientos de buscadores de oro que, tras fracasar en Dawson (Yukón, Canadá) probaban fortuna en Cicle City o bien viajaban directamente hasta su desembocadura para dirigirse al sur desde Saint Michel. Jack London fue uno de ellos y lo cuenta en sus libros mejor que nadie.

Invierno, un paraíso blanco con muchas opciones

¡Alaska no hiberna como si fuera un oso! Al contrario, ofrece distintas actividades a todos aquellos que no le escapan al frío y la nieve. Además, al contrario de lo que muchos creen, el estado no está en completa oscuridad durante los meses fríos: hay entre 6 y 13 horas de luz natural, con interminables amaneceres y atardeceres.

¿Qué actividades se pueden realizar? Muchas, incluyendo paseos en trineo tirados por caballos o por perros. Y, por supuesto, todas las variedades de ski, así como otros deportes sobre hielo o nievo, como snowboard o patinaje. El avistaje de auroras boreales es otra de las posibilidades.

Los osos, ¿un peligro?

En sus excursiones, jornadas de pesca o simplemente conduciendo por carreteras regionales puede toparse con alguno de los abundantes osos que habitan en Alaska. Lo primero es evitar encontrarse de frente con uno de estos fuertes y veloces animales, al cual nuestra cercana presencia no le agradará especialmente. Silbar, cantar o hacer algún tipo de ruido les alertará de nuestra presencia. Los osos evitarán acercarse a no ser que huelan comida, de ahí que ésta deba ser guardada lo más herméticamente posible, así como los residuos orgánicos, y no ser desatendida. Yendo de pesca hay que tener especial cuidado, estar atento a cualquier señal que avise de su cercanía y guardar las capturas a buen recaudo en recipientes herméticos.

Si aún así se topa con uno de ellos aléjese sin prisa pero sin pausa y, si puede, colóquese a contraviento para no esparcir su olor. Un oso erguido sobre sus dos patas no suele atacar, sino que está reconociendo el terreno, pero si le mira fijamente, gruñe, bosteza o babea es evidente que sus intenciones no son benévolas, en especial si es una hembra con crías. Hable alto y firme y vaya retirándose. Si ello no es posible túmbese boca abajo con los brazos tapando la cabeza y no se mueva. Aunque se necesite una buena dosis de sangre fría, los osos suelen olfatear y alejarse.


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