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29 de septiembre de 2014

El globo terráqueo, el mundo al alcance de la mano

La representación del planeta más frecuente en la actualidad, el globo terráqueo, tiene una larga historia. Los más antiguos de estos artefactos adornan las vitrinas de museos esparcidos por el mundo.

Por Verónica Luna
Desde tiempos inmemoriales la forma de la Tierra despertó curiosidad entre los hombres. Navegantes, astrónomos, cartógrafos, se dedicaron al estudio del planeta hasta que pudieron descartar la forma plana, y comenzaron a representarlo a través de un globo. No son muchos los globos terráqueos que sobrevivieron al paso del tiempo. Los más antiguos son como perlas esparcidas en algún museo del mundo.
Las primeras representaciones de la Tierra a través de una esfera datan del siglo III a.C. Los territorios conocidos se distribuyeron en el globo de acuerdo con la información obtenida a través de viajes y observaciones. Los primeros astrónomos que abonaron la teoría de la forma esférica del planeta, fueron de origen helénico. En el siglo II a.C. Crates de Malos estableció que el mundo estaba dividido en cuatro partes, de las cuales el mundo conocido era solo una. Se creía que el territorio correspondiente a África sólo llegaba hasta lo que sería la línea del Ecuador. Un ejemplar de esa cartografía se encuentra en el Museo de Nápoles.  
Eratóstenes, matemático y astrónomo a quien se le atribuye haber construido un astrolabio para medir los movimientos de los astros, por esa misma época había determinado con bastante precisión el tamaño del planeta. Se cree que lo primeros globos terráqueos son de aquella época. Luego, los cartógrafos musulmanes alcanzaron gran desarrollo en el siglo IX y posteriormente también lo hicieron los chinos, en el siglo XIII.
El siglo XV fue el inicio de un período prolífico en nuevos viajes y por lo tanto en nuevos conocimientos. El astrónomo alemán Martin Behaim fue el responsable de construir el primer globo terráqueo que contenía todas las tierras conocidas antes de la llegada de los españoles a América. En sus 50 centímetros de diámetro la esfera graficaba tierras, mares, el Ecuador, un meridiano, los trópicos, aunque no tenía referencias de longitud y latitud como tienen en la actualidad. Realizado en laminado de lino y reforzado en madera, el artefacto está en exposición en el recinto patrimonial de la ciudad de Nuremberg, Alemania.
La fuerza que tenían las convicciones acerca de los nuevos conocimientos del mundo –ya en el siglo XVI- se reflejaba en los materiales que se utilizaban. El metal era la superficie en la que se dibujaban los mares y continentes, y donde también se comenzó a graficar el meridiano Greenwich y los polos. El primero construido con las tierras del Nuevo Mundo fue el de Martín Waldseemüller, en el año 1507.
El Museo Whipple de Historia de la Ciencia de la Universidad de Cambridge, Reino Unido, goza del privilegio de contar con una de las principales colecciones de globos terráqueos que existen. Entre sus elementos más preciados se encuentra una esfera de origen español que data de principios del siglo XX. Con apenas 25 centímetros de diámetro, la pieza es una enciclopedia –llamada también enciglobedia- que contiene en su interior un planetario. El artefacto permite estudiar el mapa del mundo y el movimiento de los planetas alrededor del sol. En las paredes interiores se encuentran inscripciones e ilustraciones con información científica.
La ciudad de Viena cuenta entre sus atractivo con el reservorio más importantes de representaciones del planeta. El Museo del Globo Terráqueo es único en su tipo. Las piezas redondas que sirven para estudiar el mundo y su evolución a partir de la incorporación de nuevos conocimientos, suman alrededor de 250. También hay representaciones de otros cuerpos celestes e instrumentos científicos. Muchos de estos objetos son anteriores al siglo XIX. Si bien las esferas son importantes elemento de estudio, lo cierto es que algunas de ellas fueron construidas con verdadero sentido decorativo. Algunos materiales y técnicas utilizadas en su construcción dan cuenta de ello.
Entre los objetos más destacados del Globenmuseum se encuentran algunas de las creaciones de Vincenzo Coronelli, uno de los principales distribuidores de globos terráqueos en universidades, escuelas, bibliotecas, conventos y alta sociedad europea, del siglo XVI. También se destaca uno de los globos más antiguos del mundo, fechado por Gemma Frisius en 1536.
Los globos terráqueos tienen un valor educativo y simbólico que hace trascender su importancia a través del tiempo y en todas las geografías. Hay quienes creen en el sentido poético de tener el mundo en las manos, ampliar las fronteras de las posibilidades y sentirse dueño del mundo. Mientras que algunas creencias populares le otorgan al objeto cierto cariz mágico capaz de cumplir los deseos, y hacer realidad las ansias de viaje. La idea de jugar a hacer girar el globo, apoyar el índice en un punto cualquiera en el que el azar se detenga y emprender la conquista, lo convierte en una especie de lámpara de Aladino. Algo así como despertar al genio de los viajes que por fin lleve a recorrer el mundo.
¿Alguna vez usaste un globo terráqueo? Compartí aquí tu experiencia.