Jueves 28 de Marzo de 2024

Logo
06 de enero de 2017

Experiencia esquimal

Cada vez más turistas eligen dormir rodeados por paredes de hielo y probar un nuevo concepto en alojamiento: los hoteles iglú. Su arquitectura se asemeja a la de los famosos hogares esquimales aunque ofrecen, en muchos casos, las comodidades de un cinco estrellas.

Tan blancos como fríos, los hoteles iglú nacieron hace más de una década en Europa y hoy son visitados por miles de turistas ávidos de nuevas sensaciones. Suiza, Suecia, Alemania y, en el continente americano, Canadá ya tienen sus propios hospedajes construidos, en su totalidad, con hielo.

Inspirados en los hogares de los esquimales, el aspecto exterior de estos hoteles es idéntico a los iglúes: bloques de nieve, uno sobre el otro, le dan forma a estas construcciones de envoltura gélida y redonda que, debido a los cambios estacionales y climáticos, deben ser edificadas desde cero cada año. Así, los últimos días de noviembre y principios de diciembre se transforman en el momento justo para comenzar a levantar los iglúes, que abren sus puertas al turismo para la mágica Navidad.

Adrian Günter, pionero en este tipo de alojamientos, es dueño de Iglu-Dorf: cinco complejos o villas ubicadas en Scuol, Zermatt, Engelberg, Gstaad (Suiza) y Zugspitze (Alemania). Allí, es posible disfrutar no sólo del paisaje sino también de las diversas comodidades que Günter incluyó a medida que crecían las necesidades de sus huéspedes. Por ejemplo, para contrarrestar las bajas temperaturas del lugar, los visitantes pueden sumergirse en un relajante jacuzzi o refugiarse en el sauna. Y para quienes prefieren una comida caliente, la mejor opción es una sabrosa fondue de queso, que puede ser acompañada por un colorido trago del iglú bar.

A la hora del esperado descanso nocturno, las habitaciones están equipadas con mullidas y cálidas camas pensadas y diseñadas para aislar el frío exterior –y, en este caso, mitigar asimismo el interior–. Una gruesa capa de ocho centímetros de nieve, una estera, una alfombra y un reconfortante colchón de lana de ovejas aseguran un dormir, al menos, abrigado.

Lejos de lo que cualquiera puede imaginarse, los hoteles iglú pueden ser aptos para friolentos, ya que la temperatura interior suele mantenerse cerca de los cero grados, gracias a las varias capas de nieve que recubren el lugar y actúan como aislante. En tanto, el termómetro asciende a dos grados cuando uno ingresa a la cama y a ocho mientras se cocina algún manjar. De todos modos, no hay que olvidar que, una vez a la intemperie, el frío es mucho mayor.

Tal como en cualquier otro lugar turístico, son varios los puntos importantes que deben ser respetados para que los visitantes se sientan cómodos y seguros. Uno de ellos es la certeza, debido al material utilizado para la construcción (nieve), de que no existe ningún tipo de peligro de derrumbe o derretimiento. Tranquilos. Según cuentan los que saben, los iglúes están edificados bajo los mismos principios con los que se realizaron los puentes romanos y no sólo pueden soportar su propio peso, sino que, además, gracias a la espesa cobertura de nieve que posee en su exterior, el sol no puede dañarlos. Por supuesto, otro ítem a tener en cuenta es la decoración y el estilo de los ambientes. Si bien son algo despojados (¿se imaginan un mueble de madera escarchada en el interior?), los hoteles no dejaron de lado este aspecto. Figuras de animales, realizadas por auténticos esquimales-artistas, son talladas en las heladas paredes para regocijo de la vista de los huéspedes.

Claro que el atractivo de estos destinos no termina en estos inusuales alojamientos. ¿Cómo no aprovechar la inigualable ubicación de estas villas (los Alpes Suizos) para practicar deportes invernales? Ski, caminatas, snowboard y, por qué no, culipatín, guerra de nieve y manualidades varias como la elaboración de un simpático muñeco blanco son sólo algunas de las opciones. ¿Otras? Quienes lo deseen, pueden construir su propio iglú y, para los enamorados, Iglú-Dorf ofrece montar una iglesia de hielo en la punta de la montaña, con altar incluido y hasta una fuente bautismal por si desean bautizar a sus hijos.

Cerca de allí, en Suecia (más precisamente en Jukkasiärvi, a 200 km del Círculo Polar Ártico y a orillas del río Torne), se encuentra el Ice Hotel. Aunque se puede optar entre las habitaciones cálidas y las frías, lo cierto es que en ninguno de los dos casos las temperaturas superan los cero grados.

Una de las características de este lugar, que también ofrece una bella capilla para quienes deseen contraer enlace allí, es el arte. Lujosas suites con esculturas únicas realizadas en hielo y una cama especial hecha con nieve sorprenden a los turistas que se trasladan hasta la zona en busca de nuevas experiencias y diversión, garantizada por las diversas actividades que ofrecen: pesca, caza, safaris y excursiones.

Por supuesto, en un lugar tan exclusivo como este hotel de hielo no queda detalle librado al azar. Así, el restaurante tiene una carta con delicatessens y platos típicos de Suecia que se sirven en una vajilla de hielo, realizada con agua del río Torne.

El continente americano tampoco se queda atrás en lo hace al “turismo helado”: el Hotel de Glace, ubicado en Québec, Canadá, abre sus puertas entre enero y marzo y está formado por numerosas habitaciones y suites temáticas, dos salones de exposiciones, un majestuoso vestíbulo, un cine, una capilla (donde se celebran “matrimonios blancos”) y un gran salón de recepciones, a los que se le suman cabañas de madera y el célebre bar de hielo Absolut. Realizado cada año con once mil toneladas de nieve (algo así como ocho mil más que la que demanda la construcción de las villas de los Alpes Suizos), 350 de hielo y cinco semanas de tiempo, este complejo es uno de los proyectos más ambiciosos de Norteamérica.

Originales y llamativos, en cualquiera de sus diferentes destinos, los hoteles de hielo son, sin dudas, una buena elección si la idea es huirle a las vacaciones tradicionales.