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09 de enero de 2013

¿Qué gusto tiene la sal?

La respuesta se encuentra de manera muy sencilla en el lago Assal. Ubicado en la República de Yibuti, en el este africano, es la mayor depresión terrestre del continente.

por Rodrigo Carretero

Desconcertante desde su nombre, el lago Assal, el lago de miel, es la superficie acuática más salada del mundo, luego de algunos lagos de la Antártida. Mucho menos conocido que el Mar Muerto, pero con mayores niveles de salinidad, (34,8% contra 33,7%), este particular lago, además, se encuentra situado en una depresión de 155 metros por debajo del nivel del mar, que no es otra cosa que la cavidad de un antiquísimo cráter volcánico. Rodeado de montañas austeras, otras de sus características e imanes hacia la aventura son que las temperaturas sobrepasan los 50 °C y en sus aguas se concentran más de 350 g de sal por litro, lo que equivale a 10 veces más que los océanos. Las fuentes del lago son vertientes calientes alimentadas por el golfo de Tadjoura, la extensión oriental del golfo de Adén y la bahía casi cerrada de Ghoubet Kharab, a unos 10 kilómetros al sureste del lago.

Llegarse hasta allí es digno de un gran espíritu de aventura y a propio riesgo. La recompensa es una belleza insólita, tanto como saladas sus aguas. Al capricho del devenir del sol y sus rayos sobre la superficie, se forman y juguetean tramposos espejismos y violentos reflejos de luz. Ante ellos, el agua varía de tonos azul marino a turquesas, marcados con retazos de esmeralda y amarillo. En sus orillas, el suelo está tapizado de cristales de curiosas formaciones en forma de rosa color miel (de aquí su nombre).

Todo es historia y el Assal tiene la suya. Desde tiempos inmemoriales para los que hoy sobreviven en sus cercanías, la sal es extraída y transportada, tanto ayer como hoy, a lomo de dromedarios hasta la vecina Etiopía, desde donde se exporta. Y toda historia tiene un final y la de la explotación salitre no es lejana, de allí que la sal de este lago este considerada un artículo de lujo, solo servido en los restaurantes más exclusivos de Paris. Esto es así, porque las empresas encargadas de la comercialización son de origen francés. Esta es una de las pocas, sino la única  fuente de trabajo para los locales.

La otra posibilidad es el turismo. El gobierno de Yibuti declaró al lago y toda su zona de influencia como “tesoro nacional” y aguarda se materialice la postulación a Patrimonio de la Humanidad, presentada ante la UNESCO.

Como los países vecinos, Yibuti es una tierra de opuestos, de convulsionada vida política y de marcados contrastes. Allí esperan sorpresas agradables y también imágenes desoladoras. Es un lugar que solo los verdaderos amantes de África sabrán valorar en toda su magnitud. Yibuti es un puente entre el África negra más profunda y la cultura árabe y la religión musulmana. El turista que se anima a estas latitudes es aquel predispuesto a dar una mano a los habitantes locales y se llega, casi siempre, motivado por fines ecológicos o científico / sociales.

Para visitar el lago Assal, que no es el único atractivo natural del pequeño país africano, es posible hacer base en la capital, Djibouti, y de allí recorrer los 80 kilómetros que la separan de la depresión de Afar para admirar y sobrevivir la imponente naturaleza.

Aquí fueron hallados los restos fosilizados de Lucy y mientras los ojos se pasean perdidos ante la eternidad de la superficie, mientras en el calor se presiente algún círculo infernal, cabe preguntarle al lago Assal si aun conserva en sus recuerdos de espumas convertidas en sal, aquellos primeros pasos de la humanidad.  

más información sobre Yibuti y el lago Assal aquí.

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