Jueves 28 de Marzo de 2024

Logo
14 de septiembre de 2007

Un viaje sin apuros

Conocido en todo el planeta gracias al libro Elogio de la Lentitud de Carl Honoré, el movimiento slow suma cada vez más adeptos. Pero no sólo la gente le dice sí a esta nueva cultura que desafía el ritmo de vida veloz de nuestros tiempos: ciudades enteras se autoproclamaron "lentas" y ofrecen un turismo diferente y digno de ser experimentado.

Comida, ciudades, sexo, trabajo, ocio y hasta la educación de los hijos en forma lenta componen el universo slow, que propone, como indica el propio Carl Honoré en su libro, “poner en tela de juicio nuestra obsesión por hacerlo todo más rápido”.

Criada bajo la premisa de que “el tiempo es dinero” (time is money), la sociedad actual nació y se desarrolló bajo un ritmo de vida acelerado. La cultura slow intenta, por el contrario, desacelerar, poner el pie en el freno y combatir así a la vida fast, su gran enemiga. Por supuesto, el turismo no está exento de este movimiento: las “ciudades lentas” (o Città Slow) son su máximo exponente. Con 22 países adheridos a esta tendencia tan sólo en el continente europeo, las pioneras en declararle la guerra al fast food y su cultura fueron las localidades transalpinas de Orvieto, Positano, Bra y Greve in Chianti de Italia (país que hoy suma 48 ciudades lentas).

Pero, ¿qué es exactamente una ciudad slow?, ¿qué la diferencia de otros destinos turísticos del mundo? A saber: “el placer antes que el beneficio, los seres humanos antes que la oficina central, la lentitud antes que la velocidad”, según los principios de Carlo Petrini, fundador del Slow Food (comida lenta). ¿Más datos? Algunos de los pilares que definen a este tipo de comunidades están relacionados con la ecología, la infraestructura, la calidad urbana, la promoción de productos locales y poseer una atmósfera amigable, así como calidad del espacio urbano y conciencia y divulgación del concepto.

Este movimiento que se expande, paradójicamente, con suma rapidez, ya llegó a América. Mar de las Pampas, balneario ubicado en la provincia de Buenos Aires, se propuso como la primera ciudad lenta de la región. Bajo el lema “vivir sin prisa”, esta zona cada vez más concurrida –y exclusiva– durante el verano argentino, quiere ser una de las 80 localidades que adscriben a este modo de vida tanto en Europa como en Asia y Oceanía.

Así, frente al tipo de turismo propio del fast life, con paquetes all inclusive y hoteles diseñados sólo para pernoctar, el slow travel propone descubrir el destino elegido y no sólo visitarlo. Se trata, en definitiva, de tomarse el tiempo para disfrutar del viaje e interactuar con los lugareños, algo poco habitual en los maratónicos viajes programados desde el minuto cero hasta el regreso a casa.

Es fácil reconocer a simple vista una slow city: gran cantidad de zonas peatonales, mucho espacio verde, amplia oferta gastronómica y cultural autóctona, junto con un entorno pacífico, libre de ruido y contaminación. Tal vez, para conseguir estas condiciones casi óptimas, influya mucho el hecho de que para formar parte del club de las ciudades lentas es preciso contar con 50 mil habitantes como máximo.

Por supuesto, los aviones no forman parte del mundo slow –aunque muchas veces es imposible evitarlos–. Trenes, barcos, bicicletas y todo tipo de transporte menos contaminantes que permitan, al mismo tiempo, disfrutar del viaje, son la alternativa ideal para los adeptos a este movimiento. De esta manera, mientras se traslada de una ciudad a la otra, el turista puede, además de observar el paisaje, conocer de cerca a los citadinos y estar en contacto, de primera mano, con la cultura local.

Adiós relojes, consumismo y soluciones rápidas. El turismo lento se está imponiendo, sin prisa pero sin pausa, en todo el mundo. Será cuestión de intentarlo.

Más información:
» www.cittaslow.stratos.it
» www.cittaslow.org.uk
» www.cittaslow.no
» www.cittaslow.info
» www.slowfood.es