Una buena opción para quienes disfrutar de unas vacaciones relajadas es el Morro de Sao Paulo, un particular pedacito del nordeste brasileño que se encuentra en la isla de Tinharé, frente a Salvador de Bahía.
Se trata de un paraíso al que todavía no ha llegado del todo la civilización. De hecho, allí no existen los automóviles, sólo hay un tractor que sirve para trasladarse a los lugares un tanto distantes.
Sus callecitas de arena conducen desde el “portal de entrada” a sus cuatro playas. A lo largo del recorrido, se suceden posadas encantadoras y barcitos simples, donde serán recibidos con agua de coco, jugos y caipirinhas por los lugareños y muchos europeos que han elegido este lugar en el mundo para cambiar radicalmente sus vidas y su concepto del tiempo (nadie usa reloj aquí).
Las cuatro playas son bien diferentes una de otra. La Primera Playa cuenta con una variada opción de albergues y posadas, ideal también para los amantes del surf. En la Segunda Playa se centraliza el “movimiento” del lugar y ofrece la mejor postal del farol de Morro: al bajar la marea, descubre el paisaje sublime de sus aguas claras y tibias custodiadas por una barrera de coral. Para el turista que prefiera intimidad y tranquilidad completa, la Tercera y la Cuarta Playa son ideales.
No deje de recorrer la isla a pie, sobre la arena. Y un consejo: no lleve zapatos, no los usará. También puede camuflarse con los pescadores y realizar un paseo junto a ellos en sus rustiquísimas embarcaciones, que invitan a relajarse y concentrarse en la apabullante floresta y sonido relajante del mar.
Visite Gamboa, pequeño pueblito de pescadores, pintoresco y un tanto deteriorado, pero con un encanto inigualable. Disfrute del “spa natural” que encontrará en medio del camino y no deje de cubrirse de arcilla, cuyas propiedades prometen una piel suave, tonificada y renovada.
Al atardecer
Turistas y lugareños tienen una cita silenciosa cada día cuando el cielo comienza a teñirse de los naranjas más increíbles. Nadie falta en el antiguo fuerte junto al farol. Se respira paz, el paisaje es asombroso y el mar adquiere un protagonismo total al ponerse el sol.
Cómo llegar
Hay diferentes opciones para llegar a este lugar mágico, uno de los primeros a los que arribaron los portugueses en el año 1531.
Desde el aeropuerto de Salvador de Bahía, usted puede optar (según se lo indique su bolsillo o su espíritu aventurero) por viajar en taxi aéreo, catamarán (más rápido y sofisticado) o lancha (conocida por los bahianos como “la lanchita de Mar Grande”).
Si se decide por esta última opción, tendrá la oportunidad de dar un paseo por Salvador. Es obligado visitar el Pelourinho, coloridísimo barrio de callecitas estrechas, lleno de recovecos misteriosos y encantadores. Bahianas, cintitas de colores do Senhor do Bom Fim da Bahia y olores a aceite de dende crean un clima único, cálido e inolvidable. En el mismo Pelourinho va a encontrarse con el tradicional Elevador Lacerda en el que, con apenas una moneda de 5 centavos de real, podrá ser transportado (al igual que los 28.000 pasajeros que lo hacen a diario) al Mercado Modelo, tradicional y gigantesco lugar que abriga sesenta y tres tiendas de artesanías. Luego de disfrutar de una demostración de capoeira, estará listo para dirigirse al embarcadero. Después de alrededor de 40 minutos de placentero recorrido en lancha, ya estará en Mar Grande, en la Isla de Itaparica. Una vez allí, trasládese en taxi o combi a Valença, desde donde parten las lanchas (lentas o rápidas) hasta Morro de Sao Paulo.
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Más información: Colaboración de Valeria Torrens. |
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