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24 de febrero de 2012
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Roskilde, antigua capital de Dinamarca

La extensión de Dinamarca, de poco más de 43.000 km2, hace que sea un país fácil de recorrer en coche o en los fabulosos transportes públicos. Es así, como se llega a sitios con un encanto especial, dignos de estancias sosegadas llenas de sorpresas. Es así, como hay que disfrutar de la ciudad de Roskilde.
Roskilde, antigua capital de Dinamarca
Calle principal de Roskilde, antigua capital de Dinamarca
Texto Armando Cerrra
Fotos de Mónica Grimal
Los cuentos de Hans Christian Andersen, la cerveza Carlsberg y el reputado diseño danés son los emblemas del país con los que identifican los extranjeros a Dinamarca. Incluso para los europeos, Dinamarca es ese pequeño y elegante país del norte de crudos inviernos donde el bienestar de sus habitantes es un deber para sus gobernantes.
El desconocimiento hace que en ocasiones se considere un país anodino, pero nada más lejos de la realidad. Dinamarca es muy agradable de visitar y el viajero hallará lugares atractivos y gentes amables que mostrarán orgullosas su patrimonio y tradiciones.
Ejemplo de las gratas sensaciones que provoca Dinamarca es Roskilde. Situada a unos 30 km al oeste de Copenhague, esta población es una de las más antiguas del país y de hecho fue la capital del reino hasta mediado el siglo XV.Catedral de Roskilde
A ese carácter de capital se debe su esplendorosa catedral, uno de los primeros edificios de ladrillo construidos en tierras danesas. Su origen se remonta al siglo XI, cuando se alzó sustituyendo a un templo anterior de madera. Con el tiempo la iglesia se fue ampliando con diversas capillas, y en muchas de ellas está enterrada la monarquía danesa. El valor histórico y artístico de la catedral es incalculable, tanto que la UNESCO la declaró Patrimonio de la Humanidad en 1995.
Tras la catedral se encuentra el Palacio Episcopal, que fue la residencia de la realeza. Como recuerdo de aquellos tiempos queda un paso elevado que une templo y palacio, y por el cual,Palacio Episcopal hoy en día aún pasa la actual reina desde sus aposentos hasta su puesto de privilegio dentro de la catedral.
Hoy, el palacio ya no es sede de la monarquía. En cambio, visitarlo sirve para conocer el historia de la ciudad gracias a un interesante museo, así como algunas salas se dedican a exponer obras de arte contemporáneo, lo que proporciona un sugerente contraste entre pasado y vanguardia.
Los dos edificios sobresalen dentro del trazado urbano, en la zona más alta de la población y adonde conducen sus calles principales, peatonales y repletas de la típica arquitectura de la zona.
En definitiva, esa es la parte alta de Roskilde, pero un poco más abajo se encuentra un maravilla natural digna de una excursión y comida a base de picnic. Se trata del fiordo de Roskilde. Un fiordo es un valle originado milenios atrás por la acción erosiva de un glaciar y que en la actualidad está invadido por las aguas del mar.
Este fiordo era la salida marina para los antiguos habitantes de Roskilde, los vikingos. Pero además de una salida, también podía ser la entrada de enemigos. Por ello, aproximadamente en el año 1000 los vikingos de Roskilde decidieron hundir varias de sus naves en el fiordo, para impedir así la entrada de invasores.
Los arqueólogos hallaron esos barcos en 1962, y se decidió recuperarlos, reconstruirlos y exponerlos a los curiosos. Tras años de continua y costosa restauración son el principal atractivo del Museo Vikingo. Aquí desaparecen las ideas preconcebidas que identifican al pueblo vikingo como unas gentes bárbaras, y se descubre su enorme capacidad artesana y comercial.
El visitante llega a sentirse un vikingo más, ya que el museo ofrece la posibilidad (en verano) de navegar en una réplica de drakkar vikingo, su tradicional barco de guerra. Eso sí, los drakkar se desplazan por el viento y la fuerza de los remeros. Es decir, son los visitantes quiénes reman, por lo que uno valora el gran esfuerzo que suponía viajar así, y si uno calcula que los vikingos alcanzaron tierras turcas, se puede hacer idea de su poderío físico y mental.
De hecho, esta anécdota se puede tomar como prototipo del pueblo danés. A la vista ya se aprecia que son gentes de gran fortaleza física, pero es al conversar cuando se descubre su verdadera arma, su energía mental, su constancia y orgullo. Y Roskilde es un lugar ideal para entablar contacto con los daneses y llegar a conocerlos.

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